02 noviembre, 2025

DEBATE SOBRE LA CULTURA EN ANIMALES: CUANDO DESAPARECE EL ESPÍRITU CIENTÍFICO Y SE IMPONE LA POLÍTICA Y LA CENSURA

Por: Antonio Chávez

CONTEXTO

En la página de Facebook ‘Cultura y evolución’ (en adelante CyE), que figura como «sitio web de ciencias» y divulga sobre evolución cultural a cargo de Sergio Morales (antropólogo, y administrador de CyE, por lo que se asume que Morales y CyE son la misma persona), se desarrolló un debate, aún en curso mientras escribo esto, a raíz de un artículo suyo en Ciencia del Sur (Morales[CyE] 2025), donde el autor niega de manera concluyente que los animales posean cultura, y a la vez, sienta la idea fuerza de que solo y únicamente se debe usar la palabra ‘cultura’ para referirse a (la cultura en) humanos. CyE desplegó una serie de publicaciones en Facebook como parte de tal debate, a modo de subhilos de discusión, hecho que dificulta ubicar aportes críticos de diversos comentaristas, pero, muchas de estas publicaciones son ‘memes’ que sistemáticamente descalifican y ridiculizan las posturas desfavorables a CyE. En una publicación de este tipo en particular (ver aquí: https://www.facebook.com/share/p/17FNKmY1gS/), quien habla, Antonio Chávez S.S. (autor de Humanismo Naturalista Científico), realizó un comentario con citas masivas de Robert Boyd (antropólogo) y Peter Richerson (biólogo), más una cita a Joseph Henrich (antropólogo y biólogo), que, en conjunto, no apoyan la conclusión categórica de CyE, aún a pesar de ser referidos por él (en Morales[CyE] 2025). Estos científicos son particularmente relevantes, porque, por un lado, son reconocidas autoridades en el campo de la evolución cultural, y por otro lado, son especiales referencias y recomendaciones de CyE. De hecho, el trabajo pionero de Boyd y Richerson sobre la cultura como fuerza hereditaria además de la genética (y capaz de moldear la biología en humanos), forman el núcleo de la tesis de Morales/CyE, tal como él mismo lo publicita en Facebook (p. ej. ver aquí). 

Sin embargo, a CyE no le ha gustado que muestre que Boyd y Richerson no niegan que los animales posean cultura, como en notable contraste CyE repite hasta llegar a descalificar las críticas. Boyd y Richerson, de hecho, simplemente admiten que existe la cultura animalCyE, además, defiende dogmáticamente que el concepto ‘cultura acumulativa’ (que sería un rasgo aparentemente exclusivo de la cultura humana), es equivalente y sinónimo del término ‘cultura’. No obstante, cité a Henrich precisamente porque elabora la característica de ‘acumulativa’ en la hipótesis del Cerebro Cultural Acumulativo como diferente, aunque asociada, a la hipótesis del Cerebro Cultural. Es decir que, nuevamente, CyE sostiene algo diferente a otro de sus mayores referentes académicos: ‘cultura acumulativa’ no es, pues, sinónimo ni equivalente ni sustituto de ‘cultura’. Lo que hizo CyE fue eliminar el comentario en dos oportunidades. La primera publicación la realicé en una recomendación de CyE de leer a Boyd, Richerson, y Henrich, y la eliminó aduciendo luego que no era el sitio adecuado (lo cual es un sinsentido ya que estoy citando precisamente a esos autores).

Al ser eliminado, republiqué el comentario en la publicación ‘meme’ de CyE arriba enlazada, donde según él sí correspondía, pero lo eliminó por segunda vez y, además, me bloqueó de su página. No cabe justificación alguna. Por supuesto, todo esto podría tomarse como una trivialidad, de entre tantas que a diario ocurren en las redes sociales, sin embargo, se trata de un «sitio web de ciencias» de Facebook promocionado por Ciencia del Sur, el mayor portal de ciencia de Paraguay, y el administrador de CyE es una persona real que es un antropólogo difundiendo información en la opinión pública. Sobre esto último, poco importa que el alcance de CyE fuese pequeño: a sus publicaciones negando la cultura animal llegaron algunas académicas mexicanas para entrar en debate, el cual se tornó tenso, y luego se solicitó el retiro del artículo de Morales (2025) de Ciencia del Sur, por parte de Gino Jafet Quintero (2025), investigador en la Universidad Nacional Autónoma de México, con años de trayectoria en ética animal. Más allá de la propia controversia científica indicada en la protesta de Quintero, esbozada líneas atrás, se señala la violencia digital y la arrogancia intelectual de Morales/CyE. Éste por su parte dijo que su artículo no será retirado de Ciencia del Sur, «en función de la libertad de expresión, el debate y el rechazo a la censura», exactamente los principios que Morales viola en su página de Facebook. 

Quien habla ya antes ha abordado el asunto de los espacios de «divulgación científica» en Facebook que más bien difunden, paradójicamente y quizás a sabiendas, desinformación y prejuicios antes que ciencia (ver aquí y aquí). CyE es otro de estos casos donde el ‘espíritu científico’ (de lo que Prada 1992 nos dice que sus rasgos más importantes son el espíritu crítico y la modestia intelectual) es reemplazado por intereses, sesgos y prejuicios personales, por lo que considero necesaria esta respuesta. Así pues, creo relevante problematizar la insistencia de CyE (evidentemente reaccionaria al recurrir a la censura) en que ‘cultura’ sea un concepto estrictamente restringido a una de sus características, la de acumulativa, desde la conclusión (apresurada, y por lo tanto forzada, cuando debe considerarse una presunción) de que la cultura acumulativa es solo humana, y demostrable solo en humanos. Dicho de otro modo (ya que, bien sabemos, el concepto y la teorización anteceden a la demostración de los mismos), CyE obliga conceptualmente la demostración empírica a una única posible: solo sería posible demostrarse en humanos. De por sí extraño, veremos que todo esto es objetado por los propios referentes de CyE. Aquí no estoy citando a ningún científico defensor de la cultura animal

EL COMENTARIO ELIMINADO POR CyE 

Cito a Robert Boyd y Peter Richerson (1996), autores fundamentales en la visión de la cultura como una vía de herencia autónoma y tanto o más poderosa que los genes en humanos (resaltados de color míos en esta versión para blog): 

          RESUMEN 

Si la cultura se define como la variación adquirida y mantenida mediante el aprendizaje social, entonces la cultura es común en la naturaleza. Sin embargo, la evolución cultural acumulativa que da lugar a comportamientos que ningún individuo podría inventar por sí mismo se limita a los seres humanos, los pájaros cantores y quizás los chimpancés.

(…)

LA CULTURA EN OTROS ANIMALES 

Se ha debatido mucho sobre si otros animales tienen cultura. Algunos autores definen la cultura en términos humanos. Es decir, el investigador analiza el comportamiento cultural humano y extrae una serie de características «esenciales». Por ejemplo, Tomasello et al. (1993) sostienen que la cultura es aprendida por todos los miembros del grupo, transmitida fielmente y sujeta a cambios acumulativos. Por lo tanto, para ser cultural, el comportamiento de otros animales debe exhibir estas características. Además, se impone una pesada carga de la prueba a quienes afirman que otros animales tienen cultura: si existe alguna otra interpretación plausible, es preferible. Otros (McGrew 1992, Boesch 1993) sostienen que se está aplicando un doble rasero. Si la variación de comportamiento observada entre las poblaciones de chimpancés se observara en cambio entre las poblaciones humanas, argumentan, los antropólogos la considerarían cultural. 

Estos debates tienen poco sentido desde una perspectiva evolutiva. Las capacidades psicológicas que sustentan la cultura humana deben tener homologías en los cerebros de otros primates y, quizás, también en los de otros mamíferos. Además, la importancia funcional de la transmisión social en los seres humanos podría estar relacionada con su importancia funcional en otras especies. El estudio de la evolución de la cultura humana debe basarse en categorías que permitan comparar el comportamiento cultural humano con el comportamiento potencialmente homólogo y funcionalmente relacionado de otros organismos. Al mismo tiempo, dichas categorías deben poder distinguir entre el comportamiento humano y el comportamiento de otros organismos, ya que es bastante plausible que la cultura humana sea diferente en aspectos importantes del comportamiento relacionado en otras especies. 

Aquí definimos la variación cultural como las diferencias entre individuos que existen porque han adquirido comportamientos diferentes como resultado de alguna forma de aprendizaje social. La variación cultural se contrapone a la variación genética, las diferencias entre individuos que existen porque han heredado genes diferentes de sus padres, y a la variación ambiental, las diferencias entre individuos debido al hecho de que han experimentado entornos diferentes. La variación cultural se suele agrupar con la variación ambiental. Sin embargo, como hemos argumentado extensamente en otros lugares (Boyd y Richerson 1985), esto es un error. Dado que la variación cultural se transmite de individuo a individuo, está sujeta a procesos dinámicos de población análogos a los que afectan a la variación genética y muy diferentes de los procesos que rigen otros efectos ambientales. Combinar los efectos culturales y ambientales en una sola categoría oculta estas importantes diferencias. 

Hay muchas pruebas de que la variación cultural, definida de esta manera, es muy común en la naturaleza. En una revisión de la transmisión social del comportamiento de búsqueda de alimento, Levebre y Palameta (1988) dan 97 ejemplos de variación cultural en el comportamiento de búsqueda de alimento en animales tan diversos como babuinos, gorriones, lagartos y peces. Los dialectos del canto se transmiten socialmente en muchas especies de aves cantoras. Tres décadas de estudio demuestran que los chimpancés presentan variaciones culturales en las técnicas de subsistencia, el uso de herramientas y el comportamiento social (Wrangham et. al. 1994, McGrew 1992). 

Sin embargo, hay pocas pruebas de una evolución cultural acumulativa en otras especies. Salvo algunas excepciones, el aprendizaje social conduce a la difusión de comportamientos que los individuos podrían haber aprendido por sí mismos. Por ejemplo, las preferencias alimentarias se transmiten socialmente en las ratas. Las ratas jóvenes adquieren una preferencia por un alimento cuando huelen ese alimento en el pelaje de otras ratas (Galef 1988). Este proceso puede provocar que la preferencia por un nuevo alimento se extienda dentro de una población. También puede dar lugar a diferencias de comportamiento entre poblaciones que viven en el mismo entorno, ya que el comportamiento actual de búsqueda de alimento depende de un historial de aprendizaje social. Sin embargo, no conduce a la evolución acumulativa de comportamientos nuevos y complejos que ninguna rata individual podría aprender por sí misma. 

Por el contrario, las culturas humanas acumulan cambios a lo largo de muchas generaciones, lo que da lugar a comportamientos transmitidos culturalmente que ningún individuo humano podría inventar por sí solo. Incluso en las sociedades más simples de cazadores y recolectores, las personas dependen de conocimientos y tecnologías tan complejos y evolucionados. Para vivir en el árido Kalahari, los !Kung San necesitan saber qué plantas son comestibles, cómo encontrarlas durante las diferentes estaciones, cómo encontrar agua, cómo rastrear y encontrar presas, cómo fabricar arcos y flechas envenenadas, y muchas otras habilidades. El hecho de que los !Kung puedan adquirir los conocimientos, las herramientas y las habilidades necesarias para sobrevivir a los rigores del Kalahari no es tan sorprendente: muchas otras especies pueden hacer lo mismo. Lo sorprendente es que el mismo cerebro que permite a los !Kung sobrevivir en el Kalahari también permite a los inuit adquirir los conocimientos, herramientas y habilidades muy diferentes necesarios para vivir en la tundra y el hielo al norte del círculo polar ártico, y a los ache los conocimientos, herramientas y habilidades necesarios para vivir en los bosques tropicales de Paraguay. No hay ningún otro animal que ocupe una gama comparable de hábitats o utilice una gama comparable de técnicas de subsistencia y estructuras sociales. Hay dos tipos de pruebas que indican que estas diferencias son el resultado de la evolución cultural acumulativa de tradiciones complejas. En primer lugar, este cambio gradual está documentado tanto en los registros históricos como en los arqueológicos. En segundo lugar, el cambio acumulativo conduce a un patrón ramificado de descendencia con modificación, en el que las poblaciones más estrechamente relacionadas comparten más caracteres derivados que las poblaciones lejanamente relacionadas. Aunque la posibilidad de transmisión horizontal entre linajes culturales dificulta la reconstrucción de tales filogenias culturales para las «culturas» (Boyd et al., en prensa), se pueden reconstruir patrones de descendencia cultural para componentes culturales particulares, como el lenguaje o las tecnologías. 

Las pruebas circunstanciales sugieren que la capacidad de adquirir nuevos comportamientos mediante la observación es esencial para el cambio cultural acumulativo. Los estudiosos del aprendizaje social animal distinguen el aprendizaje observacional o la imitación verdadera, que se produce cuando los animales más jóvenes observan el comportamiento de los animales más viejos y aprenden a realizar un comportamiento novedoso al observarlos, de otros mecanismos de transmisión social que también conducen a la continuidad del comportamiento sin aprendizaje observacional (Galef 1988, Visalberghi y Fragazy 1990, Whiten y Ham 1992). Uno de estos mecanismos, la mejora local, se produce cuando la actividad de los animales más viejos aumenta la probabilidad de que los animales más jóvenes aprendan el comportamiento por sí mismos. Si los individuos más jóvenes e ingenuos se sienten atraídos por los lugares del entorno en los que los individuos más viejos y experimentados están activos, tenderán a aprender los mismos comportamientos que los individuos más viejos. Los individuos jóvenes no adquieren la información necesaria para realizar el comportamiento observando a los individuos más viejos. En cambio, la actividad de los demás hace que sean más propensos a adquirir esta información a través de la interacción con el entorno. Imaginemos a un mono joven que adquiere sus preferencias alimentarias mientras sigue a su madre. Incluso si el mono joven nunca presta atención a lo que come su madre, ella lo llevará a lugares donde algunos alimentos son comunes y otros raros, y el mono joven puede aprender a comer prácticamente los mismos alimentos que su madre. 

La mejora local y el aprendizaje observacional son similares en que ambos pueden conducir a diferencias de comportamiento persistentes entre las poblaciones, pero solo el aprendizaje observacional permite un cambio cultural acumulativo (Tomasello et al 1993). Para entender por qué, consideremos la transmisión cultural del uso de herramientas de piedra. Supongamos que, por sí solos y en circunstancias especialmente favorables, algunos homínidos primitivos aprendieron a golpear piedras entre sí para fabricar lascas útiles. Sus compañeros, que pasaban tiempo cerca de ellos, estarían expuestos a las mismas condiciones y algunos de ellos podrían aprender a fabricar lascas también, por sí mismos. Este comportamiento podría conservarse gracias a la mejora local, ya que los grupos en los que se utilizaban herramientas pasarían más tiempo cerca de las piedras adecuadas. Sin embargo, eso sería todo lo que se podría conseguir. Incluso si un individuo especialmente dotado encontrara una forma de mejorar las lascas, esta innovación no se extendería a otros miembros del grupo, ya que cada individuo aprendería el comportamiento de nuevo. La mejora local está limitada por la capacidad de aprendizaje de los individuos y por el hecho de que cada nuevo aprendiz debe empezar desde cero. Por otro lado, con el aprendizaje por observación, las innovaciones pueden persistir siempre que los individuos más jóvenes sean capaces de adquirir el comportamiento modificado mediante el aprendizaje por observación. En la medida en que los observadores pueden utilizar el comportamiento de los modelos como punto de partida, el aprendizaje por observación puede conducir a la evolución acumulativa de comportamientos que ningún individuo podría inventar por sí solo.

La mayoría de los estudiosos del aprendizaje social animal creen que el aprendizaje por observación se limita a los seres humanos y, quizás, a los chimpancés y algunas especies de aves. Varias líneas de evidencia sugieren que el aprendizaje por observación no es responsable de las tradiciones culturales en otros animales. En primer lugar, muchos de los comportamientos, como el lavado de patatas en los macacos japoneses, son relativamente sencillos y podrían ser aprendidos de forma independiente por los individuos de cada generación. En segundo lugar, los nuevos comportamientos, como el lavado de patatas, suelen tardar mucho tiempo en extenderse por el grupo, un ritmo más coherente con la idea de que cada individuo tuvo que aprender el comportamiento por su cuenta. Por último, los extensos experimentos de laboratorio capaces de distinguir el aprendizaje por observación de otras formas de transmisión social, como la mejora local, no han logrado demostrar el aprendizaje por observación (Galef 1988, Whiten y Ham 1992, Tomasello et al 1993, Visalberghi 1993), excepto en los seres humanos y los pájaros cantores. (En muchas aves cantoras, las tradiciones de canto se transmiten por imitación, pero poco o nada más). El hecho de que el aprendizaje por observación parezca limitado a los seres humanos parece confirmar que el aprendizaje por observación es necesario para el cambio cultural acumulativo. Sin embargo, hay que ser cautelosos en este punto, ya que la mayoría de los estudiosos del aprendizaje social animal se niegan a invocar el aprendizaje por observación a menos que se hayan descartado todas las demás explicaciones posibles. Por lo tanto, es posible que haya muchos casos de aprendizaje por observación que se interpretan como mejora social o algún mecanismo supuestamente más simple. Algunos estudios de laboratorio bien controlados parecen mostrar cierta imitación real en animales no humanos (Heyes 1993, Dawson y Foss 1965), y hay anécdotas sorprendentes que sugieren que el aprendizaje por observación puede darse en organismos tan diversos como los loros (Pepperberg 1990) y los orangutanes (Russon y Galdikas 1993). 

La adaptación mediante la evolución cultural acumulativa no es, aparentemente, un subproducto de la inteligencia y la vida social. Los monos cebú se encuentran entre las criaturas más inteligentes del mundo. En la naturaleza, utilizan herramientas y realizan muchos comportamientos complejos, y en cautividad se les pueden enseñar tareas extremadamente exigentes. Los monos cebú viven en grupos sociales y tienen amplias oportunidades de observar el comportamiento de otros individuos de su propia especie. Sin embargo, hay pruebas de laboratorio que sugieren que los monos cebú no hacen uso del aprendizaje por observación. Esto sugiere que el aprendizaje por observación no es simplemente un subproducto de la inteligencia y la oportunidad de observar a otros individuos de la misma especie. Más bien, el aprendizaje por observación parece requerir mecanismos psicológicos especiales (Bandura 1986). Esta conclusión sugiere, a su vez, que los mecanismos psicológicos que permiten a los seres humanos aprender por observación son adaptaciones que han sido moldeadas por la selección natural porque la cultura es beneficiosa. Por supuesto, esto no tiene por qué ser así. El aprendizaje por observación podría ser un subproducto de alguna otra adaptación exclusiva de los seres humanos, como el bipedismo, la dependencia de una comunicación vocal compleja o la capacidad de engañar. Sin embargo, dada la gran importancia de la cultura en los asuntos humanos, es razonable pensar en las posibles ventajas adaptativas de la cultura. A continuación, consideramos los dos modelos matemáticos de la evolución de la capacidad de aprendizaje por observación basados en esta suposición.

Este artículo de Boyd & Richerson (1996) es referido por Michael Muthukrishna, Michael Doebeli, Maciej Chudek, y Joseph Henrich, en su artículo «La hipótesis del cerebro cultural: cómo la cultura impulsa la expansión del cerebro, la sociabilidad y la historia de vida» (Muthukrishna et al. 2018), donde hacen una distinción entre la Hipótesis del Cerebro Cultural (CBH) y la Hipótesis del Cerebro Cultural Acumulativo (CCBH):

          los mismos mecanismos que conducen al aprendizaje social generalizado también pueden abrir un nuevo puente evolutivo hacia una especie altamente cultural en algunas condiciones específicas y estrechas, las especificadas por la CCBH. Cuando se cumplen estas condiciones, el aprendizaje social puede generar la acumulación de información adaptativa a lo largo de generaciones.

(…)

La CBH y la CCBH están relacionadas y pueden explorarse con el mismo modelo, pero las mantenemos conceptualmente distintas por dos razones. En primer lugar, el proceso coevolutivo acumulativo de la cultura y los genes produce productos culturales, como sofisticadas herramientas de varias piezas y técnicas de procesamiento de alimentos, que ningún individuo podría reinventar a lo largo de su vida [a pesar de tener un gran cerebro capaz de un potente aprendizaje individual]. La evolución de un segundo sistema de herencia —la cultura— es un cambio cualitativo en el proceso evolutivo que exige análisis y datos más allá de los requeridos para la CBH. En segundo lugar, es posible que cualquiera de estas hipótesis sea válida sin que la otra se ajuste a las pruebas, es decir, que la CCBH explique la trayectoria evolutiva de los seres humanos, pero que la CBH no explique los patrones observados en el aprendizaje social, el tamaño del cerebro, el grupo y la historia de vida de los primates (u otros taxones); o viceversa.

En base a estas citas, no parece científicamente consistente (y de hecho no sería conceptualmente posible) concluir categóricamente, como repite CyE ad infinitum, que ‘los animales no tienen cultura’ (además en contradicción con reconocer que hay un debate al respecto), y tampoco que ‘cultura’ sea equivalente a ‘cultura acumulativa’. Aunque no cabe duda que hay científicos que niegan de modo concluyente la cultura en animales, y que mantienen una ideología de la excepcionalidad humana (antropocentrismo) sobre la ‘cultura’ a secas (igualándola, pues, a ‘cultura acumulativa’ para poder negar la cultura en animales, a pesar que ésta tampoco podría descartarse concluyentemente en animales), esto no se desprende de escuchar a autoridades en evolución cultural como Boyd, Richerson, o Henrich. De hecho, estos científicos han sido presentados por CyE como formando parte de un presunto ‘bando’ de científicos «honestos» (así los ha llamado CyE) que niegan como él que los animales tengan cultura (y ridiculizando compulsivamente a los de un presunto ‘bando opuesto’, reducidos a «tercos», y ‘deshonestos’, que sostienen que la cultura es algo animal, sin negar que la cultura humana tenga rasgos únicos). 

La realidad es que ninguno de tales autores Boyd, Richerson, o Henrich, que tanto recomienda CyE, niega que los animales posean cultura, sino que todos afirman que la cultura humana es singular porque es acumulativa. CyE, sencillamente, no solo hace una interpretación concluyente errónea, sino que ha presentado el asunto como un «debate» polarizado entre un extremo de los científicos «honestos», que tienen de su lado una inexistente verdad absoluta ‘los animales no tienen cultura’, y otro extremo de los científicos «tercos», que, pues, testarudamente rechazan tal inexistente verdad absoluta (para aclarar, el significado de ‘terco’ en la RAE es: «pertinaz, obstinado e irreductible»; sus sinónimos son: «obstinado, testarudo, tozudo, tenaz, pertinaz, porfiado, empecinado, contumaz, cerril, cabezota, cabezudo, fregado, empacón, quinicho, codorro»; y testarudo no es en absoluto, como quiere torcer CyE en una respuesta a otro comentarista, «insistente»). 

Y esto es lo que el mismísimo Robert Boyd dice en 2024: 

          En los últimos 15 o 20 años, han surgido cada vez más ejemplos de casos intermedios de cultura animal no humana, y [Peter] Richerson y yo los analizamos. Así que la conclusión es que creo que hay mucha más cultura animal de la que pensábamos hace 20 años. Pero aun así, es bastante diferente de la de los humanos: los animales aún no acumulan mucho.
Completamente de acuerdo con Boyd, pero en total desacuerdo con la falsa conclusión de CyE. Pero como él dijo más de una vez, con sarcasmo, respondiendo a algunos comentaristas: «siempre se puede cambiar de opinión» (y hasta una publicación realizó para convencer al público de que su opinión es flexible). No son Boyd ni Richerson los que tengan que cambiar de opinión. ¿Correcto? 

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POSDATA 

En una publicación anterior de CyE, intenté problematizar el «criterio de imposibilidad de invención individual» de la cultura. Esto es, como dicen Boyd & Richerson (1996) arriba, que ningún ser humano podría inventar por sí solo la cultura (mientras que los animales sí pueden reinventar aisladamente un patrón de conducta adquirido socioculturalmente). Pero Morales/CyE agrega algo más, erróneamente, que aquellos autores no han dicho: que «tal imposibilidad de invención individual es el criterio final de toda cultura acumulativa». Morales/CyE llega a esta idea fuerza de «criterio final» totalizante y absoluto, presuponiendo que ‘cultura acumulativa‘ es equivalente de ‘cultura’, para tener una base conceptual, un «criterio», es decir una norma o regla, que obviamente negará que los animales tengan cultura (porque aparentemente no es acumulativa y no se puede aplicar el «criterio final» de imposibilidad de invención en cuestión). Sin embargo, tal propio criterio o regla para los humanos en sí mismos es en realidad una suposición, y no un hecho demostrado ni replicado que pueda racionalizarse como una regla fiable para medir a los animales.

Veamos. Aunque es claro que el ser humano es hoy un primate que depende de la cultura, y que ella es indispensable para que sobreviva como especie, esto es diferente de dar por hecho que el ser humano no puede vivir sin cultura, tal como si dejara de respirar o comer. En el sentido más burdo, las funciones básicas fisiológicas no dependen de la cultura para mantener el cuerpo humano, aunque puedan evidentemente estar moldeadas por ella (p. ej. la posibilidad de digerir lactosa, que es producto de un cambio cultural en la dieta durante la prehistoria). Luego, nuestro órgano más relevante, el cerebro, depende del aprendizaje para su desarrollo óptimo, pero, como el resto del cuerpo, tiene estructuras subcorticales que no dependen de la cultura, al menos no necesariamente, para desarrollarse. El problema lo podría presentar el córtex, y el consiguiente deterioro, por falta de estímulo sociocultural, de las capacidades cognitivas más sofisticadas. Desde lo que sabemos en neurociencia y psiquiatría podemos hacernos cierta remota idea de un individuo aislado (con sociemocionalidad atrofiada o nula, inteligencia deficiente, sin habla —quizás pudiera parecerse a una combinación de autismo grave y esquizofrenia— entre otras conductas, o su ausencia, que nos podrían resultar chocantes o incomprensibles).

No obstante, como se podrá anticipar, no se puede realizar el experimento ideal donde aislamos a un bebe, desde que nace, de todo estímulo emocional, sociocultural, y quizás, solo se le alimente sin contacto humano alguno. Menos aún esto podría replicarse para dar por hecho demostrado que ‘sin cultura mueres’. Es probable que esto de modo intuitivo siempre se haya dado por hecho ‘obvio’ o ‘autoevidente’. Así que la prueba del «criterio de imposibilidad de invención individual», el «criterio final» de CyE que sencillamente no puede ser probado en los humanos, hace insostenible cualquier demanda empírica para animales bajo esta ilusión de criterio (como dijo un comentarista, una probatio diabolica). Curiosamente, CyE en una publicación reciente dice «quien no quiera saber qué es evolución cultural que no nazca». Bueno, dado su dogmatismo reaccionario, es posible que crea que tal supuesto, o intuición, de que ‘sin cultura mueres’, es equivalente a un dato científico duro demostrado empíricamente. Y sí, realmente insiste en que está ‘demostrado’, ¿de qué manera?, pues, viendo que (aparentemente solo) los humanos tenemos mecanismos psicológicos especializados dependientes del aprendizaje cultural y originados por evolución cultural (lo que acabo de discutir), y atendiendo a cierto tipo de relatos históricos específicos: los exploradores perdidos que han perecido aislados. Ninguna de las dos líneas argumentales puede probar directa y empíricamente que ‘sin cultura mueres’.


Hablemos ahora de los relatos históricos. Boyd, Richerson, y sobre todo Henrich, nos llaman la atención sobre los casos de expedicionarios extraviados en entornos naturales desconocidos y hostiles que, sin conocimientos adquiridos culturalmente, perecen en la naturaleza. Esta ‘prueba’ parece tener sentido: no nacemos sabiendo dónde hallar agua en el desierto de Gobi ni conociendo qué plantas son comestibles, y no venenosas, en la selva amazónica. Sin embargo, desde la ciencia del desarrollo aplicada a animales se ha mostrado, p. ej., que uno de los presuntamente más básicos de los instintos en animales, en pollos, identificar un gusano para comerlo, no es una conducta innata preprogramada genéticamente, sino que surge durante el desarrollo por asociación perceptual y experiencias no obvias. De hecho, Konrad Lorenz y su modelo de ‘conocimientos instintivos’ en animales ya ha sido contestado desde que lo propuso, aunque se aceptó masivamente (e incluso recibió un nobel por ello), en los años 50s por Lehrman y Schneirla.

En humanos, es una obviedad que no hay ‘instinto para el agua’, pero ¿podrían poder encontrar agua en el desierto sin la cultura específica de búsqueda de agua, sino quizás, como otros animales, por asociación, pequeñas experiencias no letales, u otros procesos ontogénicos que la ciencia del desarrollo está descubriendo que son comunes entre humanos y animales, pero que no son ‘instintos’ innatos? Tampoco lo podemos saber: los expedicionarios, todos, eran adultos que ya tenían cultura, y estaban en entornos naturales particularmente hostiles. CyE dice que esto es «evidencia histórica», pero lo que corresponde es considerar esos relatos como evidencia anecdótica. Y si tienen que tomarse seriamente, en contra tenemos relatos de individuos extraviados que sí han sobrevivido en aislamiento en la naturaleza. Al respecto Mesoudi & Thornton (2018 p. 5) nos dicen que: 

          Es imposible crear un experimento al estilo de Robinson Crusoe para comprobar qué puede o no inventar un solo individuo. Si bien se pueden utilizar condiciones asociales en los experimentos, las personas que participan en ellos ya poseen una gran cantidad de conocimientos adquiridos culturalmente. Además, los experimentos duran como máximo unas pocas horas, en lugar de toda una vida.❞ 

Esta problematización da para muchísimo más, incluyendo asuntos éticos y morales como discutir qué es ser humano (en el caso de que las funciones corporales no dependen de la cultura, pero la capacidad mental se vea muy deteriorada), la propia evolución humana (porque la negación de la cultura animal dificulta discutir la transición de ‘no cultura en absoluto’ a una ‘cultura’ restringida a la cultura acumulativa, hasta cierto punto tal cual la vemos hoy en ciertas sociedades dominantes), el asunto de que lo anterior inmediatamente involucra un presunto progreso unilineal (dado que el concepto de cultura acumulativa implica precisamente un ‘progreso’ acumulativo que parece tener a las computadoras o el internet como el tope actual, siendo que así suele ilustrarse el dramático contraste con la cultura animal), o los procesos históricos mucho más profundos y complejos que los relatos de expedicionarios europeos perdiéndose en las tierras que invadían (justamente, podríamos hablar de las culturas enteras que fueron destruidas y suplantadas por los europeos—proceso conocido como aculturación, pero mediante violencia extrema y con efectos psicosociales devastadores, aunque no mortales). No obstante, aquí es suficiente lo dicho. 

Adicionalmente, quiero subrayar la diferencia entre Boyd & Richerson y Morales/CyE: mientras los primeros no crean un artefacto conceptual arbitrario, un «criterio final» totalizante y absoluto, para negar la cultura animal, Morales/CyE sí lo hace precisamente para imposibilitar incluso el solo uso de la palabra ‘cultura’ en los animales. CyE nos presenta una idea fuerza esencialmente política: la excepcionalidad humana, una vieja tradición de pensamiento antropocéntrico, que se retrotrae a la cosmovisión cristiano-occidental del ser humano como creación única separada de la naturaleza.

Huelga decir que el propio término ‘cultura’ tiene un origen parecido y cercano al de ‘raza’: pasó de entenderse como el ‘cultivo’ del alma en el Renacimiento, a término discriminatorio contra otras sociedades preconcebidas como inferiores (‘los salvajes carentes de cultura’) frente a lo que se entendía como las costumbres y los modos europeos, o sea ‘cultura’ como algo propiamente europeo (y ‘progreso’ unilineal hacia algo superior), a significar durante la Ilustración europea lo opuesto conflictivamente a la naturaleza (sin que se pierda, en pleno siglo XIX, aquella idea eurocéntrica supremacista de que ‘cultura’ es «lo mejor que se ha pensado y dicho en el mundo» —desde Europa, claro está— como lo puso Matthew Arnold). Así pues, en el pensamiento común ni siquiera se imaginaba que los animales, concebidos como bestias autómatas, pudieran tener cultura (de hecho, recién entraba como debate que fuera de Europa también podía existir la cultura en otras sociedades).

Aunque con el siglo XX y el surgimiento de la antropología moderna en Occidente, se pudo reconocer que los ‘salvajes’ no solo tenían cultura, sino que podía ser bastante compleja, el término ‘cultura’ no se ha liberado de su genealogía discriminatoria. Y dado que, a medida que aumentaba el interés en la conducta animal desde mediados del siglo XX (pero considerada gobernada por el ‘instinto’), y poco a poco diversas características psicológicas consideradas únicas en humanos se iban mostrando en animales, a la vez que empezó a hablarse científicamente de cultura animal, lo que ha ocurrido desde entonces es un repliegue conceptual de lo que es, mejor dicho, debería ser ‘cultura’, para mantener la excepcionalidad humana, y a la cultura fuera de la naturaleza.

Interesantemente, en las últimas décadas la ciencia del desarrollo viene mostrando que las conductas animales no son meros automatismos instintivos preprogramados genéticamente, sino que hay una sistemática transmisión no genética, y no biológica pero íntimamente enredada con ella, de información y conductas. Según esto, no hay, tampoco, una dicotomía cultura versus naturaleza. Se trata de un auténtico paradigma científico alternativo al mecanicismo cartesiano (Lerner & Greenberg 2025), que demanda revisar el concepto de cultura, aún más entre más restrictivo se pretenda, porque parece ser una propiedad emergente de la naturaleza, en lugar de algo únicamente humano.

Es posible que uno de los mayores logros de la antropología, y especialmente del campo de la evolución cultural, esto es, que se reconozca a la cultura como una fuerza autónoma de la herencia independiente y rival de la biología, sea un enorme error conceptual ciertamente invisible (su contraparte es una conceptualización inadecuada de lo que es el gen —no es un agente determinador sino catalizador—, si es que hay que asumir que existe tal unidad discreta: ibid.). El «criterio de imposibilidad de invención individual» de la cultura es, en efecto, un «criterio final» que aún permite separar al humano de los animales, y la cultura de la naturaleza. Pero, finalmente, si por un momento lo aceptáramos solo para calmar la desesperación de Morales/CyE, ¿tal criterio sería el refugio «final» de la excepcionalidad humana? Lamentablemente, no lo es, y tampoco es racional insistir que sí.

El antropólogo Eli Elster, también interesado en evolución cultural como Morales/CyE, nos pone al tanto de lo último que realmente está pasando en este debate sobre la cultura animal (Elster 2025):

Las aparentes capacidades de aprendizaje social de los humanos sugerían una explicación clara para nuestros rasgos culturales únicos. Los humanos con conocimientos —por ejemplo, alguien que descubre una mejor manera de fabricar una lanza— pueden transmitir con éxito esa habilidad a sus semejantes. Pero un chimpancé ingenioso —uno que descubre una mejor manera de partir nueces, por ejemplo— no puede compartir con éxito su innovación. Nadie escucha al chimpancé Einstein. Así, nuestros inventos persisten y se complementan entre sí, mientras que los suyos se desvanecen en la selva.

O al menos eso decía la teoría.

Ahora, sin embargo, los científicos cuentan con pruebas contundentes que demuestran que, al igual que nosotros, los animales pueden aprender unos de otros y, por lo tanto, mantener sus culturas durante largos periodos de tiempo. Grupos de gorriones de pantano parecen usar las mismas sílabas en sus cantos durante siglos. Las tropas de suricatas establecen diferentes horarios para despertarse y los mantienen durante una década o más.

Por supuesto, el aprendizaje social a largo plazo no es lo mismo que la cultura acumulativa. No obstante, los científicos también saben ahora que los cantos de las ballenas jorobadas pueden variar en complejidad a lo largo de muchas generaciones de aprendices, que las palomas mensajeras crean rutas de vuelo eficientes aprendiendo unas de otras y realizando pequeñas mejoras, y que los mamíferos ungulados modifican acumulativamente sus rutas migratorias para aprovechar el crecimiento de las plantas.

Una vez más, los animales han refutado nuestra pretensión de singularidad, como lo han hecho innumerables veces a lo largo de la historia de la ciencia. Llegados a este punto, cabe preguntarse si deberíamos zanjar la cuestión de la singularidad simplemente respondiendo: «No lo somos».

Si no es la cultura acumulativa, ¿qué nos hace únicos?

Sin embargo, sigue siendo cierto que los humanos y sus culturas son bastante diferentes de los animales y sus equivalentes. La mayoría de los académicos coinciden en esto, aunque discrepen sobre las razones. Dado que la complejidad acumulativa no parece ser la diferencia más importante, varios investigadores están esbozando una nueva perspectiva: la cultura humana es singularmente abierta.
Este escenario contrasta abismalmente con la narrativa concluyente de Morales/CyE, no solo negando la cultura animal en su artículo académico de Ciencia del Sur, sino, ventilando en Facebook que se pierde tiempo estudiando a los animales: otra respuesta suya repetida sin mayor reparo es que ‘hace 100 años estudian a los animales y no prueban nada’. Ya vimos que sus referentes Boyd y Richerson dicen otra cosa. Pero Morales/CyE todavía tiene que declarar esto: «si los primates realmente tuvieran cultura, lucirían como los personajes de El planeta de los simios: vivirían en sociedades complejas con una organización política estructurada, portarían vestimentas y adornos que reflejaran jerarquía, desarrollarían un lenguaje articulado y ostentarían artes, ciencias y mucha innovación tecnológica». Ahí está muy bien expresada la antes discutida genealogía discriminatoria que subyace en el concepto de cultura: de ‘los salvajes carentes de cultura’ eurocéntrica, a ‘los animales carentes de cultura’ bajo cierto modelo cultural hegemónico actual.

Entre tanto, mirando en retrospectiva los esfuerzos de repliegue conceptual para mantener la excepcionalidad humana, mientras los animales «amenazan con disputar la unicidad del humano en el cosmos» (otras reveladoras palabras propias de Morales/CyE en su artículo de Ciencia del Sur), parece que siempre habrá un nuevo salvavidas conceptual para el antropocentrismo (el ser humano como centro de referencia para los animales, y su primacía sobre éstos y la naturaleza). O quizás no, y debamos abandonar el trono que nos hemos inventado, empezando por desmitificar la cultura y dejar eso de que «parece tener vida propia» (sí, lo dice Morales/CyE, y puede verse como un reflejo de la vieja creencia en la ‘fuerza vital’), ya que, no estoy discutiendo una sola palabra sobre el lado oscuro de la cultura humana, o mejor dicho, de cierto desarrollo cultural reciente y hegemónico que está colapsando la biosfera con todo su criterio-regla de logros tecnológicos, que todos en el universo deben alcanzar, y que para algunos se convierte en orgullo ciego de lo lejos que nos pone de los demás animales, pero sin ver que también nos acerca a su destrucción.

En El planeta de los simios, ellos tenían «una organización política estructurada» «y mucha innovación tecnológica», que les hacía practicar la guerra, la esclavitud, y la lobotomía. Cuando argumento que los animales también tienen cultura, no espero que los delfines vayan a terminar algún día lanzándose bombas atómicas.

BIBLIOGRAFÍA

🌎 Morales, S. (2025). ¿Los animales tienen cultura? Ciencia del Sur. 12 setiembre, 2025.
📑 Prada, B. I. (1992). El espíritu científico. Salud UIS, 20(1), 49-52.
📑 Boyd, R., & Richerson, P. J. (1996, January). Why culture is common, but cultural evolution is rare. In Proceedings-british academy (Vol. 88, pp. 77-94). Oxford University Press Inc..
📑 Muthukrishna, M., Doebeli, M., Chudek, M., & Henrich, J. (2018). The cultural brain hypothesis: How culture drives brain expansion, sociality, and life history. PLoS computational biology, 14(11), e1006504.
📰 Pomerantz, N. (2024). Pioneering professor of cultural evolution pens essays for leading academic journals. ASU News. 22 noviembre, 2024. (Entrevista a Robert Boyd.)
📑 Mesoudi, A., & Thornton, A. (2018). What is cumulative cultural evolution?. Proceedings of the Royal Society B, 285(1880), 20180712.
📙 Lerner, R. M., & Greenberg, G. (Eds.). (2025). The heredity hoax: Challenging flawed genetic theories of human development. Taylor & Francis.
📰 Elster, E. (2025). Humans aren’t the only animals with complex culture − but researchers point to one feature that makes ours unique. The Conversation. 19 marzo, 2025.

06 abril, 2024

LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA Y LA MUERTE DE LA NATURALEZA

Artículo original de Carolyn Merchant, The scientific revolution and the Death of Nature, traducido al español por Humanismo Naturalista Científico. Al final insertamos el artículo original PDF.

En el marco de la perspectiva crítica que despliega este blog respecto al cientificismo que promueve el (nuevo) ateísmo y el transhumanismo, y en general respecto al impacto ambivalente de la ciencia y la tecnología en la sociedad y el medio ambiente (beneficios paralelos a perjuicios y dudosas aplicaciones derivadas), considero indispensable la profunda mirada de Merchant al origen del método científico, tal como lo pone en el contexto histórico e ideológico del surgimiento del capitalismo y la nueva cosmovisión mecanicista de la naturaleza. Y esta es, lo que la hace en particular reveladora, una mirada bajo el necesario uso de una lente de género, como innovadoramente introdujo la autora en el ámbito académico en 1980 en su libro The Death of Nature: Women, Ecology and the Scientific Revolution (disponible completo aquí en español y aquí en inglés). Porque, a saber, todos aquellos cambios culturales y cognitivos en conjunto, que hoy estructuran la modernidad (la cosmovisión mecanicista, el capitalismo, la Ilustración, la Revolución Industrial, el estado moderno), conforman un vasto y multifacético movimiento cultural androcéntrico, particularmente excluyente de las mujeres (misógino), y surgido de una preconcepción jerárquica que identifica lo racional y lógico-mecánico (y superior) con la masculinidad, y lo emocional y corporal-orgánico (e inferior) con la feminidad. En lo que sigue leeremos a Merchant, en un artículo de 2006, revisando la parte más crucial de su libro The Death of Nature, y respondiendo a las objeciones: el concepto del método científico nace, de la mano de Francis Bacon y sus seguidores en el siglo XVII, como una metáfora de la interrogación y la tortura a las brujas para hacerles confesar sus secretos. (Los resaltados de color en el texto, son míos.)

Merchant, C. (2006). The scientific revolution and the Death of Nature. Isis, 97(3), 513—533.

Traducción: Antonio Chávez
RESUMEN 

Death of Nature: Women, Ecology, and the Scientific Revolution [N. del T.: La muerte de la naturaleza: Mujeres, Ecología y la Revolución Científica], publicado en 1980, presentaba una visión de la Revolución Científica que cuestionaba la hegemonía de la ciencia mecanicista como marcador del progreso. Argumentaba que la ciencia del siglo XVII podía estar implicada en la crisis ecológica, la dominación de la naturaleza y la devaluación de las mujeres en la producción de conocimiento científico. Este ensayo ofrece una retrospectiva de veinticinco años de las contribuciones del libro al ecofeminismo, la historia del medio ambiente y las reevaluaciones de la Revolución Científica. También responde a los desafíos al argumento de que la retórica de Francis Bacon legitimaba el control de la naturaleza. Aunque Bacon no utilizó términos como la tortura de la naturaleza, sus seguidores, con cierta justificación, interpretaron su retórica en ese sentido. 

En 1980, el año en que apareció Death of Nature, el Congreso [N. del T.: de Estados Unidos de América] aprobó la Ley del Superfondo, las ecofeministas celebraron su primera conferencia nacional y los ecologistas celebraron el décimo aniversario del Día de la Tierra. Death of Nature, con el subtítulo Mujeres, ecología y revolución científica, se refería a los tres acontecimientos. Los productos químicos que contaminaban el suelo y el agua simbolizaban la muerte de la naturaleza por el propio éxito de la ciencia mecanicista. La conferencia de 1980 Las mujeres y la vida en la Tierra: El ecofeminismo en los años 80 anunció los esfuerzos de las mujeres por revertir esa muerte. El Día de la Tierra celebró una década de reconocimiento de que los seres humanos y la ecología estaban profundamente entrelazados. Los ensayos de esta sección de Isis Focus en el vigésimo quinto aniversario de Death of Nature reflejan los temas del subtítulo del libro, y comentaré cada uno de ellos en ese orden. También profundizaré en mi análisis de la retórica de Francis Bacon sobre la dominación y el control de la naturaleza.1 

I 

El provocativo y bien argumentado artículo de Charis Thompson aborda las conexiones entre las mujeres y la naturaleza y los fundamentos y respuestas al ecofeminismo. Cuando apareció Death of Nature, en 1980, el concepto de ecofeminismo acababa de surgir. La conferencia de 1980 organizada por Ynestra King y otras personas me pareció que ofrecía un antídoto contra la muerte de la naturaleza y la base de un movimiento activista para deshacer los problemas que la Revolución Científica había planteado a la cultura contemporánea en forma de crisis medioambiental. Además, conectaba los efectos de la lluvia radiactiva y los contaminantes químicos en los sistemas reproductivos de las mujeres (y de los hombres) con las relaciones entre producción y reproducción que yo había analizado en el libro.2 

Thompson señala que el ecofeminismo vinculaba la dominación de la mujer con la dominación de la naturaleza y reconocía los valores y las actividades asociadas a la mujer, como la maternidad y la crianza. Señala con acierto que durante los años 80 y 90 el ecofeminismo se enfrentó a una crítica por parte de las mujeres académicas que lo tachaban de esencialista en su fusión de la mujer con la naturaleza, lo que implicaba no sólo que la naturaleza de la mujer es la crianza, sino también que el papel de la mujer es limpiar el desastre medioambiental hecho por los hombres. Las mujeres que, como ecofeministas, salieron en defensa de la naturaleza estaban en realidad cimentando su propia opresión en las mismas jerarquías que (como había argumentado la antropóloga Sherry Ortner) identificaban a los hombres con la cultura y a las mujeres con la naturaleza.3 

Mis propios esfuerzos por abordar los problemas del esencialismo y del dualismo naturaleza/cultura me llevaron a desarrollar una forma de ecofeminismo socialista que no se basa en el dualismo sino en la dialéctica de la producción y la reproducción que había articulado en Death of Nature. Allí había argumentado que la naturaleza encarnada en el género femenino, al ser despojada de actividad y convertida en pasiva, podía ser dominada por la ciencia, la tecnología y la producción capitalista. Durante la transición al capitalismo moderno temprano, las mujeres perdieron terreno en la esfera de la producción (a través de la reducción de sus funciones en los oficios), mientras que en la esfera de la reproducción William Harvey y otros médicos varones contribuyeron a socavar las funciones tradicionales de las mujeres en la partería y, por tanto, el control de las mujeres sobre sus propios cuerpos.4 Durante el mismo período, Francis Bacon abogó por extraer los secretos de la naturaleza de su seno a través de la ciencia y la tecnología. La subyugación de la naturaleza como femenina, argumentaba, era así parte integral del método científico como poder sobre la naturaleza: Al igual que el vientre de la mujer había cedido simbólicamente a los fórceps, el vientre de la naturaleza albergaba secretos que, a través de la tecnología, podían ser arrancados de su seno para ser utilizados en la mejora de la condición humana.5 

Las relaciones dialécticas entre producción y reproducción se convirtieron para mí en la base de un ecofeminismo socialista basado en el cambio material. También abordé el problema relacionado de la representación de la naturaleza como femenina, y su confusión con las mujeres, abogando por la eliminación de la terminología de género de la descripción de la naturaleza y la sustitución del término neutro de género compañero. Esto me llevó a articular una ética de asociación con la naturaleza en la que ésta ya no se simbolizaba como madre, virgen o bruja, sino como socia activa de la humanidad.6 

Sin embargo, no creo que la afirmación de Thompson de que a principios y mediados de los años 90 el ecofeminismo había quedado relegado en gran medida a una posición marginal en la teoría feminista de la academia sea del todo exacta. Durante las décadas de 1990 y 2000, las ecofeministas abordaron el problema del esencialismo articulando nuevas teorías que reconocían al sujeto variable, de género y de raza y el carácter socialmente construido de la naturaleza. Todas ellas eran muy conscientes de las críticas al esencialismo y a la política de la identidad y fueron más allá de ellas para defender a los sujetos relacionales, situados y éticamente responsables que participan en las acciones políticas ecofeministas.7 

El papel de la ecología en la Revolución Científica fue el segundo de los tres temas del subtítulo de Death of Nature, Las mujeres, la ecología y la revolución científica. En su bien argumentado trabajo teórico sobre las intersecciones entre la historia ambiental y la historia de la ciencia, Gregg Mitman plantea la cuestión crítica de los vínculos entre ambos campos, representados profesionalmente por la American Society for Environmental History, fundada en 1976, y la History of Science Society. De hecho, el propio trabajo de Mitman ha estado a la vanguardia de estos vínculos.8 

En Death of Nature, el puente entre la historia de la ciencia y la historia del medio ambiente se desarrolló de forma más explícita en el capítulo 2, Farm, Fen, and Forest, sobre los cambios ecológicos y económicos que se produjeron en Europa occidental durante el periodo de auge del capitalismo mercantil y del Estadonación.9 El capítulo sostiene que los cambios ecológicos y tecnológicos de finales del siglo XVI y principios del XVII contribuyeron a crear las condiciones materiales que hicieron plausibles las nuevas ideas. Como señalan tanto Thompson como Mitman, no sostengo que los cambios materiales o ecológicos causen o determinen los cambios ideológicos. Más bien, hacen que algunas ideas predominantes en una época determinada parezcan más plausibles que otras. Algunas ideas se extinguen o se vuelven menos convincentes (en este caso, las asociadas a la magia natural y a la cosmovisión orgánica), mientras que otras se desarrollan y se aceptan, en particular (en este caso) las que conducen a explicaciones mecánicas de los fenómenos y a la cosmovisión mecanicista. Death of Nature se movía de un lado a otro entre las condiciones materiales y sociales y las ideas sobre la naturaleza y la ciencia. Así, los cambios ecológicos y materiales se consideran fundamentales para entender el surgimiento del mecanicismo y para argumentar los vínculos entre la historia ambiental y la historia de la ciencia.10 

Mitman afirma que La muerte de la naturaleza nos presenta una historia materialista del cambio ambiental que apuntaba hacia una historia ecológica de las relaciones materiales, culturales y sociales a través de las cuales la naturaleza no se convirtió en universal, sino en muchas, pero nunca llegó a abrazarla. Si bien es cierto que en Death of Nature me centré en la naturaleza simbolizada como femenina, no creo que la naturaleza sea necesariamente una fuerza universal. Más bien, la naturaleza se caracteriza por leyes y procesos ecológicos descritos por las leyes de la termodinámica y por los intercambios de energía entre los componentes bióticos y abióticos de un ecosistema. Cualquiera de estos componentes puede convertirse en actor o actores de la historia ambiental de un lugar concreto. En mi libro Ecological Revolutions (N. del T.: Revoluciones Ecológicas) de 1989 desarrollé una teoría de la ecología, la producción, la reproducción y la conciencia en la que, como dice Mitman, las relaciones materiales, culturales y sociales son partes interactivas de la historia ecológica. Aunque sigo sosteniendo que los motores del cambio son materiales (bacterias, insectos, plantas y animales, incluidos los seres humanos) y económicos (exploraciones, colonización, mercados y capital), las nuevas ideas pueden apoyar y legitimar nuevas direcciones y acciones emprendidas por grupos de personas, sociedades y naciones.11 

La revolución científica es el tercer tema del subtítulo del libro y el que se aborda de forma más convincente en el ensayo de Katharine Park. Death of Nature, en general, tuvo un impacto sorprendente en muchos campos y se utilizó ampliamente en los cursos; ¿por qué, se pregunta Park, no fue acogido con más entusiasmo por los historiadores de la ciencia moderna temprana? A juzgar por las evidencias obtenidas a lo largo de los años, me parece que el libro sí tuvo un público importante entre los historiadores de la ciencia y fue leído en numerosas clases.12 Pero si no recibió elogios de más pesos pesados del campo (aunque yo consideraría a Everett Mendelsohn, Walter Pagel y Frances Yates como plenamente suficientes y más satisfactorios), creo que su recepción tuvo menos que ver con el hiperprofesionalismo que con el desafío del libro al pedestal en el que los historiadores habían tendido a colocar la Revolución Científica. El libro cuestionaba la gran narrativa de la Revolución Científica como progreso y socavaba la valorización de los padres más venerados de la ciencia moderna, como Harvey, Bacon, Descartes y Newton. Argumentaba que la propia ciencia mecanicista del siglo XVII contribuyó a los problemas ecológicos y sociales más acuciantes de nuestros días y se atrevía a sugerir que las mujeres eran tanto víctimas como beneficiarias de The Advancement of Learning. El libro contribuyó a un creciente cuerpo de estudios que llevó al historiador de la ciencia a interesarse por la construcción social de la naturaleza y la autoridad y por la importancia del papel de las mujeres en la ciencia, así como a cuestionar las grandes narrativas y las formas en que la ciencia estaba implicada en las ideologías del progreso. 

Park tiene razón al afirmar que no cuestioné la idea de la Revolución Científica en sí misma. Me centré en las principales transformaciones de la ciencia y la sociedad que se produjeron durante los siglos XVI y XVII (15001700), desde Copérnico hasta Newton, desde la magia natural del Renacimiento hasta la visión mecánica del mundo, y desde la ruptura del feudalismo hasta el surgimiento del capitalismo mercantil y el Estadonación. Bien podría haber hecho hincapié en las exploraciones del Nuevo Mundo (representado como femenino) como fuente de recursos naturales para las emergentes economías europeas, conexiones que posteriormente desarrollé en Ecological Revolutions y Reinventing Eden [N. del T.: Reinventando el Edén]. Nuestra comprensión de las formas en que la ciencia moderna temprana se relacionaba con el mundo cotidiano se ha visto enriquecida por el trabajo de la propia Park sobre las metáforas y los emblemas de la naturaleza y el cuerpo femeninos, así como por los estudios sobre el mecenazgo y la práctica científica y el testimonio de los experimentos.13 

Sin embargo, la noción de una revolución científica en los siglos XVI y XVII forma parte de una narrativa más amplia de la cultura occidental que ha impulsado los esfuerzos de la ciencia, la tecnología y el capitalismo por dominar la naturaleza, una narrativa en la que la mayoría de los occidentales han sido socializados inconscientemente y en la que nosotros mismos nos hemos convertido en actores de una historia de progreso ascendente. Degradar la Revolución Científica a la mera denominación de ciencia moderna temprana oscurece el poder de las narrativas dominantes del colonialismo y el imperialismo que han ayudado a dar forma a la cultura occidental desde el siglo XVII a expensas de la naturaleza, las mujeres, las minorías y los pueblos indígenas. Este movimiento oculta el poder político de las narrativas científicas a la hora de rehacer la tierra y sus recursos naturales como objetos para el uso humano.14 

Pero Death of Nature no sólo invoca a la ciencia mecanicista en la destrucción de la naturaleza, sino que además sugiere que el método científico como poder sobre la naturaleza, ejemplificado en la retórica de Francis Bacon, implica la coacción e incluso la tortura de la naturaleza.15 Las críticas más acaloradas al libro han venido de aquellos a los que Park ha llamado los FOB (Friends of Bacon). Estos críticos han argumentado que el proyecto feminista de reformular el pensamiento de Bacon ha malinterpretado gravemente sus intenciones y sus logros. Dedicaré el resto de este ensayo a examinar sus argumentos. 

II 

La influencia y la reputación de Francis Bacon como fundador de la ciencia moderna han sido objeto de debate en los últimos años. Aquí vuelvo a analizar el impacto de Bacon tal y como se retrata en Death of Nature, respondiendo a los defensores de Bacon que cuestionan las lecturas feministas de su retórica, le absuelven de abogar por la tortura de la naturaleza y sostienen que no era un esclavista sino un humilde servidor de la naturaleza.16 Argumento que el objetivo de Bacon era utilizar la coacción y la fuerza para extraer verdades de la naturaleza. Su elección de palabras formaba parte de un proyecto más amplio para crear un nuevo método que permitiera a la humanidad controlar y dominar el mundo natural. 

En Death of Nature, afirmé que gran parte de las imágenes que [Bacon] utilizó para delinear sus nuevos objetivos y métodos científicos se derivan de la sala de audiencias y, debido a que trata a la naturaleza como una hembra que debe ser torturada a través de inventos mecánicos, sugiere fuertemente los interrogatorios de los juicios de brujas y los dispositivos mecánicos utilizados para torturar a las brujas, y cité un pasaje de De Dignitate et Augmentis Scientiarum (De la dignidad y el avance del aprendizaje) de Bacon (véase la Tabla 1, col. 2). También sugerí que las fuertes implicaciones sexuales de la última frase pueden interpretarse a la luz de la investigación de los supuestos crímenes y prácticas sexuales de las brujas. Resumí el enfoque de Bacon sobre la dominación de la naturaleza con la frase El interrogatorio de las brujas como símbolo de la interrogación de la naturaleza, la sala de audiencias como modelo de su inquisición y la tortura mediante dispositivos mecánicos como herramienta de sometimiento del desorden eran fundamentales para el método científico como poder.17 

Tabla 1. El avance del aprendizaje de Francis Bacon

 

El Avance del Aprendizaje, 1605 

La historia de la naturaleza es de tres clases: de la naturaleza en curso, de la naturaleza errante o variable, y de la naturaleza alterada o forjada; es decir, historia de las criaturas, historia de las maravillas e historia de las artes. ... . ... de las maravillas de la naturaleza es la inteligencia más cercana y el paso hacia las maravillas del arte: porque no es más que seguir y como acosar a la Naturaleza en sus andanzas, para poder conducirla después al mismo lugar de nuevo. Tampoco soy de la opinión, en esta Historia de las Maravillas, de que se excluyan las narraciones sutiles de hechicerías, brujerías, sueños, adivinaciones y cosas semejantes, en las que hay una seguridad y una clara evidencia del hecho. Porque todavía no se sabe en qué casos y hasta qué punto los efectos atribuidos a la superstición participan de causas naturales; y por lo tanto, aunque la práctica de tales cosas deba ser condenada, sin embargo, de la especulación y la consideración de las mismas puede tomarse luz, no sólo para el discernimiento de las ofensas, sino para la posterior revelación de la naturaleza. Tampoco debe un hombre tener escrúpulos en entrar en estas cosas para la inquisición de la verdad, como su Majestad ha mostrado en su propio ejemplo; que con los dos ojos claros de la religión y la filosofía natural ha mirado profundamente y sabiamente en estas sombras, y sin embargo ha demostrado ser de la naturaleza del sol, que pasa a través de las contaminaciones y permanece tan puro como antes. Pero esto es lo que considero adecuado, que estas narraciones que tienen mezcla con la superstición sean clasificadas por sí mismas, y no se mezclen con las narraciones que son simple y sinceramente naturales.1

 

 

De Dignitate et Augmentis Scientiarum, inglés [original], 1875 

La división que haré de la Historia Natural se basa en el estado y la condición de la propia naturaleza. Porque encuentro a la naturaleza en tres estados diferentes, y sujeta a tres condiciones diferentes de existencia. O bien es libre y sigue su curso ordinario de desarrollo, como en los cielos, en la creación animal y vegetal, y en el conjunto del universo; o bien es sacada de su curso ordinario por la perversidad, insolencia y frivolidad de la materia, y la violencia de los impedimentos, como en el caso de los monstruos; o bien, por último, es obligada, moldeada y hecha como nueva por el arte y la mano del hombre, como en las cosas artificiales… De estos, el primero trata de la Libertad de la Naturaleza, el segundo de sus Errores, el tercero de sus Vínculos… de las maravillas de la naturaleza es el paso más claro y abierto a las maravillas del arte. Porque no hay más que seguir y acosar a la naturaleza en sus andanzas, y podrás, cuando quieras, llevarla y conducirla después al mismo lugar de nuevo. Tampoco soy de la opinión de que en esta historia de las maravillas deban excluirse del todo las narraciones supersticiosas de hechicerías, brujerías, encantos, sueños, adivinaciones y cosas semejantes, cuando hay seguridad y clara evidencia del hecho. [Porque todavía no se sabe en qué casos, y hasta qué punto, los efectos atribuidos a la superstición participan de causas naturales, y por lo tanto] aunque el uso y la práctica de tales artes deben ser condenados, sin embargo, de la especulación y la consideración de ellos [(si son diligentemente desentrañados)] se puede obtener una luz útil, no sólo para un verdadero juicio de las ofensas de las personas acusadas de tales prácticas, sino también para la posterior revelación de los secretos de la naturaleza. Tampoco debe un hombre tener escrúpulos en entrar y penetrar en estos agujeros y rincones, cuando la inquisición de la verdad es su [único] objeto, como vuestra Majestad ha demostrado con vuestro propio ejemplo; que, con los dos ojos claros y agudos de la religión y la filosofía natural, habéis mirado profunda y sabiamente en esas sombras, y sin embargo habéis demostrado ser verdaderamente de la naturaleza del sol, que pasa a través de las contaminaciones y no se contamina. Recomiendo, sin embargo, que aquellas narraciones que están teñidas de superstición sean clasificadas por sí mismas, y no se mezclen con las que son pura y sinceramente naturales.2

 


De Dignitate et Augmentis Scientiarum, Latin, 1623 

Partitionem Historiae Naturalis moliemur ex statu et conditione ipsius Naturae, quae in triplici statu posita invenitur, et tanquam regimen trinum subit. Aut enim libera est natura et cursu consueto se explicans, ut in coelis, animalibus, plantis, et universo naturae apparatu; aut a pravitatibus et insolentiis materiae contumacis et ab impedimentorum violentia de statu suo detruditur, ut in monstris; aut denique ab arte et opera humana constringitur et fingitur, et tanquam novatur, ut in artificialibus… Harum prima Libertatem Naturae tractat; secunda Errores; tertia Vincula… quod a miraculis naturae ad miracula artis expeditus sit transitus et pervius. Neque enim huic rei plus inest negotii, praeterquam ut naturae vestigia persequaris sagaciter, cum ipsa sponte aberret; ut hoc pacto postea, cum tibi libuerit, eam eodem loci deducere et compellere possis. Neque vero praeceperim ut ex historia ista mirabilium superstitiosae narrationes de maleficiis, fascinationibus, incantationibus, somniis, divinationibus, et similibus, prorsus excludantur, ubi de facto et re gesta liquido constet. Nondum enim innotuit quibus in rebus, et quousque, effectus superstitioni attributi ex causis naturalibus participent. Ideoque licet hujusmodi artium usum et praxim merito damnandum censeamus, tamen a speculatione et consideratione ipsarum (si strenue excutiantur) notitiam haud inutilem consequemur, non solum ad delicta in hoc genere reorum rite dijudicanda, sed etiam ad naturae secreta ulterius rimanda. Neque certe haesitandum de ingressu et penetratione intra hujusmodi antra et recessus, si quis sibi unicam veritatis inquisitionem proponat; quod et Majestas tua exemplo proprio confirmavit. Tu enim duobus illis clarissimis et acutissimis religionis ac naturalis philosophiae oculis, tales umbras prudenter ac perspicaciter perlustrasti; ut te Soli simillimum probaveris, qui polluta loca ingreditur, nec tamen inquinatur. Caeterum illud monuerim, narrationes istas cum rebus superstitiosis conjunctas seorsum componi, neque cum puris et sinceris naturalibus commisceri oportere.3 



Le Progrez et avancement aux sciences, French, 1624 

LHistoire Naturelle, est de trois sortes: De la Nature en son cours, de la Nature errante et variante, et de la Nature alteree et travaillee, cest a` dire lHistoire de creatures, lHistoire de merveilles, et lHistoire des Arts. La premie`re dicelle est son double manifeste & en bonne perfection: les deux dernieres sont traitte´es si faiblement, que je suis contraint de les noter comme de´fectueuses. ...Lautre a` cause que des merveilles de la nature, lintelligence & le passage vers les merveilles de lart en sont plus proches: car ce nest autre chose quen suivant & comme chassant la nature en ses fourvoiements, etre par apre`s capable de la conduire en la meˆme place. Je ne suis pas aussi dopinion en cette Histoire de merveilles, que les superstitieuses narrations de songes, de divinations & dautres choses semblables, ou` il y a une assurance & claire evidence du fait, soient du tout exclues. Car on ne sc¸ait pas encore en quel cas & de combien les effets attribue´s a` la superstition participent des causes naturelles: Et partant encore que la pratique de telles choses soit a` condamner, toutefois de la spe´culation & conside´ration dicelles, lon peut prendre de la offences, mais pour davantage de secourir la nature: Ny lon ne doit pas faire scrupule dentrer en ces choses pour la recherche de la verite´, come votre Majeste´ a montre´ par son exemple, qui avec les yeux clairs de la Religion & de la Philosophie naturelle, a regarde´ profondement & sagement dans ces ombres, & toutefois sest montre´e eˆtre du naturel du soleil, qui passe par toutes les ordures, & demeure aussi pur que devant. Or je tiens quil est convenable que les Narrations qui ont un me´lange avec la superstition, soient assorties delles meˆmes, & non pas pour eˆtre me´le´es avec les narrations, qui sont purement & since`rement naturelles, pour les narrations qui concernent les prodigues & les miracles des Religions, ou non pas naturelles, & partant impertinentes pour lHistoire de la nature.4 


1 Francis Bacon, The Advancement of Learning (1605), en Works, ed. James Spedding, Robert Leslie Ellis y Douglas Devon Heath, 14 vols. (London: Longmans Green, 1870), Vol. 3, pp. 330331. Obsérvese el uso de Bacon de la naturaleza en género femenino en su propia primera edición inglesa, escrita en 1605.

2 Carolyn Merchant, The Death of Nature: Women, Ecology, and the Scientific Revolution (1980; San Francisco: HarperCollins, 1990), p. 168; y Francis Bacon, De Dignitate et Augmentis Scientiarum (1623) (Works, Vol. 4, pp. 294, 296). Palabras entre paréntesis omitidas en Death of Nature; entero en Death of Nature, corregido a único.

3 Bacon, De Dignitate et Augmentis Scientiarum (Works, Vol. 1, pp. 496, 498). Nota insertada en la penúltima frase del pasaje citado por Spedding, Ellis y Heath: La alusión es a la Daemonologie del rey James, una obra en tres libros, que consiste en diálogos entre Philomathes y Epistemon; este último representa las opiniones del rey sobre la brujería.

4 Francis Bacon, Le Progrez et avancement aux sciences diuines & humaines (París: Pierre Billaine, 1624), Bk. 2, Ch. 2, pp. 197, 199201 (francés modernizado, a excepción del título). Agradezco a Roger Hahn su ayuda en la transcripción.


Bacon no utilizó las frases torturar a la naturaleza o poner a la naturaleza en el potro de tortura (ni tampoco afirmé en Death of Nature que lo hiciera). Él creía que todo en la naturaleza debía ser estudiado, incluyendo aquellas cosas válidas que los brujos podrían efectivamente saber sobre la naturaleza. Pero la naturaleza debía ser estudiada a través de la interrogación. El objetivo, como sostiene Peter Pesic, era extraer la verdad. Los críticos leen los métodos de interrogación que Bacon defendía como un medio benigno de obtener conocimiento, mientras que yo los leo como una legitimación para la dominación de la naturaleza. 

El pasaje de la Tabla 1 era sólo una pequeña parte del argumento más amplio que expuse de que el tratamiento de la naturaleza por parte de Bacon como algo femenino legitimaba el control de la naturaleza a través de la ciencia y la tecnología. No obstante, es instructivo volver a examinar el contexto del que surgió ese pasaje y las opiniones de James VI de Escocia (que en 1603 se convirtió en James I de Inglaterra [15661625]) y Francis Bacon (15611626) sobre la tortura. 

La Tabla 1 compara el pasaje pertinente de la edición original inglesa de 1605 de The Advancement of Learning con el mismo pasaje de la traducción inglesa de 1875 (e idéntica a la de 1870) de la versión ampliada del ensayo, De Dignitate et Augmentis Scientiarum (1623); la edición latina original de 1623 (reeditada en 1858); y la traducción francesa de 1624. Con respecto a la edición latina de 1858 de De Dignitate et Augmentis Scientiarum, James Spedding, Robert Leslie Ellis y Douglas Devon Heath afirman en su nota a la frase quod et Majestas tua exemplo proprio confirmavit (como su Majestad ha mostrado en su propio ejemplo): La alusión es a la Daemonologie del rey James, una obra en tres libros, que consiste en diálogos entre Philomathes y Epistemon; este último representa las opiniones del rey sobre la brujería.18 

En un esfuerzo por exonerar a Bacon y a James I de cualquier implicación negativa para la ciencia, la naturaleza y las mujeres que un lector pudiera extraer de sus escritos, Alan Soble afirma: Bacon no está aludiendo a métodos crueles de inquisición, sino que está señalando que James I estaba dispuesto a ensuciarse las manos estudiando la brujería. Lo que James I mostró con su propio ejemplo, dice Bacon, es que todo en la naturaleza es un objeto apropiado para el estudio científico uno de los principios de Bacon no que la ciencia deba torturar a la naturaleza como si fuera una bruja. En la Daemonologie, James sí distinguió entre Astronomía y Astrología y señaló las diferencias entre la razón natural y los encantos ilícitos, sin causas naturales. Pero no hizo, como afirma Soble, un estudio de la brujería para ver qué dentro de ella podría haber sido un objeto apropiado para el estudio científico. Por el contrario, el libro revela la participación de James I tanto en la tortura de brujas como en los aspectos sexuales de los juicios por brujería.19 

Aunque la tortura estaba oficialmente prohibida en el derecho consuetudinario inglés desde la época de la Carta Magna, se utilizó durante los reinados de los Tudor (Henry VII, Henry VIII, María e Isabel I) y los Stuarts (James I y James II). Bajo estos monarcas, el Tribunal de la Cámara de la Estrella ordenaba ahorcamientos, azotes, mutilaciones y la picota. James I creía que las brujas tenían poderes sobre las personas y la naturaleza, que conocían secretos y que podían ser obligadas a confesar esos secretos si eran interrogadas bajo tortura o si se les mostraban los instrumentos de tortura. En la Daemonologie denunció la brujería y abogó por la muerte de las brujas en la hoguera. El demonio, escribió, les hace renunciar a su Dios y a su bautismo directamente, y les da su marca en algún lugar secreto de su cuerpo. Las brujas podían ser detectadas sondeando esa parte insensible del cuerpo para encontrar la marca del diablo, sumergiéndolas en el agua para ver si flotaban (si flotaban eran culpables, ya que el agua recibía en su seno a los que habían sido bautizados pero no a aquellos cuya impiedad les había hecho renunciar al bautismo, y por tanto a Dios), y amenazándolas o torturándolas para ver si se arrepentían (las lágrimas de cocodrilo indicaban un falso arrepentimiento).20 

La implicación personal de James VI en el interrogatorio de los acusados y su obsesión por la brujería se revelan en el tratado de 1591 Newes from Scotland, Declaring the Damnable Life and Death of Doctor Fian, a Notable Sorcerer Who Was Burned at Edenbrough in January Last [N. del T.: Noticias de Escocia, declarando la condenable vida y muerte del Doctor Fian, un notable hechicero que fue quemado en Edenbrough en enero pasado]. El juicio se produjo cuando Fian (John Cunningham), junto con Agnis Sampson y Agnes Tompson de Edimburgo, fue acusado de provocar una tormenta devastadora durante el viaje de regreso de James y su prometida de Noruega a Escocia. Agnis Sampson fue llevada ante el rey y otros nobles, donde fue interrogada y se negó a confesar. Fue llevada a prisión y se le buscó la marca del diablo en sus partes íntimas. Según el autor de las Newes

Últimamente se ha encontrado que el Diablo generalmente las marca con una marca privada, por la razón de que las brujas se han confesado, que el Diablo las lame con su lengua en alguna parte privada de su cuerpo, antes de recibirlas para ser sus sirvientes, la cual marca comúnmente se les da bajo el cabello en alguna parte de su cuerpo, por lo cual no puede ser fácilmente descubierta o vista, aunque sean registradas: y generalmente mientras la marca no sea vista por aquellos que las registran, las partes que tienen la marca nunca confesarán nada. Por lo tanto, por orden especial, a esta Agnis Sampson se le afeitó todo el pelo, en cada parte de su cuerpo, y se le tiró de la cabeza con una cuerda según la costumbre de ese país, siendo una paina muy penosa, que continuó casi una hora, durante la cual no quiso confesar nada hasta que se encontró la marca del Diablo en sus partes privadas, entonces confesó inmediatamente todo lo que se le exigió, y justificó que esas personas antes mencionadas eran brujas notorias.21 

Para convencer a James de que decía la verdad, Agnis Sampson lo llevó aparte y le reveló las mismas palabras que él y su esposa habían pronunciado la primera noche de su matrimonio. James reconoció que sus palabras eran exactas y creyó el resto de lo que le dijo. A continuación, Agnes Tompson fue interrogada y confesó que un gato había sido la causa de la tormenta. Las mujeres también confesaron que cuando el Diablo las recibía como sus sirvientas, y que se habían comprometido con él, entonces las utilizaba carnalmente, aunque a su pequeño placer, con respeto a su fría naturaleza.22 

A continuación, el Doctor Fian, alias John Cunningham, fue examinado. Según Leonard A. Parry, en su History of Torture in England

bajo las más terribles torturas, se confesó culpable, aunque inmediatamente después se retractó de su confesión. Los huesos de su pierna se rompieron en pequeños pedazos en la bota. Esto no fue suficiente. El propio rey sugirió un nuevo recurso. Sus uñas en todos sus dedos fueron rasgadas y arrancadas con un instrumento llamado en escocés, un turkas, que en Inglaterra llamamos un payre de pinzas, y debajo de cada nayle se clavaron dos agujas encima, hasta la cabeza. A pesar de todo esto, el diablo había entrado tan profundamente en su corazón, que negó completamente todo lo que había declarado antes. Fue quemado vivo.23 

A lo largo de todo el proceso, James fue testigo y participante de pleno derecho en la selección de los medios de tortura. Tanto la tortura sexual como la física fueron componentes integrales del proceso de interrogatorio. 

Cuando James VI se convirtió en James I, rey de Inglaterra, en 1603, instituyó penas de muerte más estrictas para los delitos atribuidos a la brujería que las que había impuesto su predecesora Isabel I. Su Ley de Brujería de 1604 (en vigor hasta 1736) derogó la ley más suave de Isabel e instituyó un tratamiento más severo. Los individuos condenados por practicar la brujería, el encantamiento y la hechicería o por dañar el ganado o los bienes de cualquier otra persona serían encarcelados durante un año sin fianza y puestos en la picota en un lugar público una vez al trimestre durante seis horas. Los condenados por causar la muerte o lesiones a otra persona sufrirían la pena de muerte como delincuentes y perderían el privilegio de la bendición clerical. Parry señala: Esta ley se aprobó en una época en la que Coke era fiscal general, Bacon miembro del parlamento y doce obispos formaban parte de la comisión a la que se remitió. James I era un creyente convencido y de todo corazón en la brujería.24 

En resumen, está muy claro que en 1597, cuando James VI escribió la Daemonologie, abogaba por la tortura para revelar la verdad y aprobaba el examen de las partes íntimas de los acusados en busca de pruebas de marcas de brujas. En 1604, cuando, como James I, instituyó su ley de brujería, creía que las brujas debían ser encarceladas o condenadas a muerte. 

¿Cuáles eran las opiniones de Bacon sobre la tortura de la naturaleza y de las brujas? Sería ingenuo creer que Bacon desconocía los medios más severos de tortura o los métodos de examen de los cuerpos de las mujeres en busca de pruebas de que se habían asociado con el diablo, o la temprana obsesión e implicación de James I con esos métodos. La Inquisición Europea, las prácticas de tortura y la muerte formaban parte del contexto de su vida y de su mundo, y sin duda eran conocidas por aquel hombre tan leído e influyente. Además del potro, los instrumentos y métodos de tortura incluían la tira de pecho, la prensa de pecho, la silla de bruja, el taburete de agacharse, la cuna de judas, las peras de expansión vaginal, la rueda, la escalera, el estrangulamiento, la correa colgante y la tortura con embudo y agua.25 

Bacon no defendía la práctica de la tortura ni el uso del potro de tortura en seres humanos. Sin embargo, utilizó imágenes extraídas de la tortura en sus escritos y creía que la brujería y la hechicería podían revelar información útil. El uso de la retórica de la tortura aprueba una transferencia de los enfoques metodológicos utilizados para extraer información de los acusados a la extracción de secretos de la naturaleza. El método de confinar, controlar e interrogar al ser humano se convierte en el método del experimento confinado y controlado utilizado para interrogar a la naturaleza. La tortura no debe utilizarse con las brujas, sino con la propia naturaleza. El método experimental es superior al desarrollado por los magos para controlar la naturaleza. Hay que formular una pregunta y diseñar un experimento para responderla. Para que el método experimental tenga éxito, el experimento debe ser un sistema cerrado y aislado en el que se controlen las variables y se excluyan las influencias extrañas. El testimonio es fundamental para el proceso. El juicio es decir, el experimento debe ser presenciado por otros. De hecho, una de las contribuciones singulares de Bacon fue darse cuenta de que, para ser comprendida, la naturaleza debe ser estudiada en condiciones restringidas que puedan ser presenciadas y verificadas por otros. Bacon utilizó la metáfora, la retórica y el mito para desarrollar su nuevo método de interrogación de la naturaleza. Como señala Peter Pesic, como estaba describiendo algo que aún no estaba formado, utilizó una rica variedad de figuras retóricas para expresar su visión.26 

Bacon promovió el estudio y el interrogatorio de los hechiceros y de los practicantes de las artes ocultas en busca de pistas sobre el funcionamiento de la naturaleza y sobre cómo el diablo actuaba a través de ella. En su empeño por obtener poder sobre la naturaleza, recurrió en gran medida a las tradiciones alquímicas y mágicas en busca de pistas que condujeran al control humano de la naturaleza. Aceptó el objetivo y la idea del control, pero buscó nuevos métodos para extraer el conocimiento. Había que separar lo verdadero de lo erróneo. El problema de la magia era que se basaba en el conocimiento y el juicio individuales, en lugar de estar sometida a un conjunto de reglas y acuerdos universales. Como dijo Paolo Rossi: Según Bacon, la magia se esfuerza por dominar y mejorar la naturaleza; y para ello debe ser imitada. Lo que hay que revisar es su pretensión de utilizar la inspiración de un solo hombre en lugar de los esfuerzos organizados de la raza humana, y hacer que la ciencia sirva a fines individuales en lugar de a la humanidad.27 

Aunque Bacon se oponía a la práctica de la tortura, su retórica y sus metáforas sobre el interrogatorio de la naturaleza bajo coacción proceden de los dispositivos de tortura que formaban parte de su entorno cultural, incluido el potro. Ser torturado en el potro de tortura se denominaba ser puesto en cuestión. El potro de tortura se introdujo en Inglaterra durante el reinado de Henry VI, pero sólo se utilizaba en casos de alta traición, como el ordenado por James I tras el complot de la pólvora de Guy Fawkes de 1605. Consistía en un armazón de roble a un metro del suelo, sobre o bajo el cual se colocaba al prisionero de espaldas, con las manos y los pies atados a rodillos y palancas en cada extremo. Las palancas se movían para ejercer fuerza sobre las articulaciones y las cavidades hasta que el prisionero respondía al interrogatorio. (Véase la figura 1.)28 


Figura 1. Réplica del potro, a partir de un modelo de la Torre de Londres.

Con respecto al potro de tortura, Bacon escribió que Isabel I le consultó sobre un texto plagiado por Sir John Haywarde que estaba dedicado a su enemigo mortal, Lord Essex (benefactor inicial de Bacon); él informa que ella dijo, con gran indignación, que lo haría potro de tortura para presentar a su autor; yo respondí que no, señora, él es un doctor, nunca potro de tortura en su persona, sino en su estilo: Que tenga pluma, tinta y papel, y la ayuda de los libros, y que se le ordene que continúe la historia donde se rompe, y yo me encargaré, cotejando los estilos, de juzgar si es el autor o no. Bacon se oponía, pues, a utilizar el potro de tortura literalmente, pero abogaba por utilizarlo estilísticamente. Al promover su método experimental, utilizó una retórica que implicaba e incluso aprobaba la tortura: verbos como vejar, acosar, conducir, constreñir, estrechar, moldear, atar, esclavizar, espiar y transmutar se aplicaban a la naturaleza. Estas palabras eran metáforas de la interrogación de la naturaleza (ponerla en cuestión), con la intención de revelar las verdades de la naturaleza a través de la experimentación.29 

En la época comprendida entre las ediciones de 1605 y 1623 de The Advancement of Learning de Bacon, los juicios por brujería sirvieron como modelos de interrogatorio para revelar secretos ocultos que podían utilizarse para condenar al acusado e imponer la pena de muerte. En el Home Circuit entre 1605 y 1626 durante el reinado de James y la asociación de Bacon con la Corte se condenó a diecinueve brujas (quince mujeres y cuatro hombres), doce de las cuales (diez mujeres y dos hombres) fueron ahorcadas. En los juicios por brujería de Lancashire (Pendle Forest) de 1612, en los que diez brujas fueron ahorcadas públicamente, varias confesaron en el interrogatorio haber permitido que el diablo (en forma de familiar) les chupara partes del cuerpo. James I, que continuó con su anterior interés por interrogar a las brujas, intervino en dos casos posteriores. En 1618 entrevistó a John Smith, un muchacho que había acusado a nueve brujas que posteriormente fueron ahorcadas, decidió que era un impostor y detuvo el ahorcamiento de las restantes mujeres que el muchacho había acusado. En 1621 también entrevistó a Katherine Malpas, que había acusado a dos mujeres de embrujarla, acusación que más tarde se reveló como una invención. Aunque James llegó a creer que muchas brujas eran ilusas o prevaricadoras, no derogó su ley de brujería de 1604, que siguió en vigor hasta 1736. Sin embargo, en el momento de la participación de James en el caso Malpas en 1621, Bacon había caído en desgracia con el rey, habiendo sido acusado a principios de ese año de aceptar sobornos, condenado a la Torre de Londres (donde sólo estuvo dos días), y desterrado tanto de su cargo como del Parlamento. Cuando escribió la versión ampliada de The Advancement of Learning en latín en 1623, esperaba de nuevo ganarse el favor del rey.30 

En el pasaje de The Advancement of Learning de 1605 citado en la Tabla 1, Bacon había escrito: Tampoco debería un hombre tener escrúpulos en entrar en estas cosas para inquirir la verdad, como vuestra Majestad ha demostrado con vuestro propio ejemplo; que con los dos claros ojos de la religión y la filosofía natural habéis mirado profunda y sabiamente en estas sombras, y sin embargo habéis demostrado ser de la naturaleza del sol, que pasa a través de las contaminaciones y permanece tan puro como antes. En 1623 modificó la primera parte de esa frase para que dijera: Tampoco debe un hombre tener escrúpulos en entrar y penetrar en estos agujeros y rincones, cuando la inquisición de la verdad es su único objeto, como vuestra Majestad ha demostrado con vuestro propio ejemplo. Añadió y agudo a la frase dos ojos claros [y agudos] y verdaderamente delante de la frase [verdaderamente] de la naturaleza del sol. También cambió para la ulterior revelación de la naturaleza por la ulterior revelación de los secretos de la naturaleza. Estos cambios pueden referirse a los interrogatorios de James en los casos de 1618 y 1621, así como a su Daemonologie de 1597, o, alternativamente, pueden tener la intención de enfatizar con más fuerza su continuo interés en la investigación de la brujería. También pueden representar los renovados esfuerzos de Bacon por recuperar el favor de James. En cualquier caso, sigo manteniendo que, como metáforas, reflejan los aspectos sexuales de los juicios de brujas, incluida la práctica, originalmente aprobada por James VI, de interrogar e identificar a las brujas clavándoles agujas en sus partes íntimas para identificar sus marcas de brujas insensibles.31 

Sin embargo, si Bacon no afirmó explícitamente que la naturaleza debía ser sometida al potro de tortura, ¿de dónde procede esa frase? El potro y su asociación con Bacon y la tortura de la naturaleza parecen haber estado presentes en los intercambios culturales al menos a finales del siglo XVII. Peter Pesic detalla la historia de la asociación de las ideas de Bacon con la tortura de la naturaleza y de poner a la naturaleza en el potro.32 Señala que su conexión con Bacon puede haber sido puesta por escrito por primera vez por Gottfried Wilhelm Leibniz. En 1696 Leibniz escribió sobre el arte de indagar en la naturaleza misma y de ponerla en el potro de tortura, el arte de la experimentación que Lord Bacon comenzó tan hábilmente. Cuatro años más tarde, Jean Baptiste du Hamel, secretario de la Academia de Ciencias de París, escribió: Descubrimos los misterios de la naturaleza mucho más fácilmente cuando es torturada [torqueatur] por el fuego o por algún otro medio artístico que cuando procede por su propio camino.33 El verbo latino torqueo significa girar, torcer, enrollar o arrancar y de torturar en el potro, etc.: atormentar, arrancar, así como atormentar, torturar, martirizar. Bajo la palabra rack [potro], el Oxford English Dictionary incluye racken torquere, tendere, tormentis, experime. Véase también... racken, vejar, torturar (Grimm). Por lo tanto, hay una clara asociación entre la palabra tortura y el potro.34 En contraste con Leibniz y Hamel, Johann Wolfgang von Goethe se quejó de que bajo la investigación científica la naturaleza calla en el potro, e instó a que los fenómenos deben ser sacados de una vez por todas de su sombría cámara de tortura empírico-mecánica-dogmática.35 

Los filósofos posteriores también asociaron la tortura de la naturaleza con Francis Bacon. En 1878, Thomas Fowler escribió que Bacon insistió, tanto con el ejemplo como con el precepto, en la importancia del experimento y de la observación. La naturaleza, como un testigo, al ser sometida a la tortura, revelaría sus secretos.36 En 1953, Ernst Cassirer señaló que el enfoque de Bacon sobre la ciencia consistía en tratar a la naturaleza como si fuera un testigo en el potro de tortura. Cassirer escribió: 

El estilo mismo de los escritos de Bacon evoca en todas partes este espíritu. Bacon se sienta como un juez sobre la realidad, interrogándola como se examina al acusado. No pocas veces dice que hay que recurrir a la fuerza para obtener la respuesta deseada, que hay que poner a la naturaleza en el potro. Su procedimiento no es simplemente de observación, sino estrictamente inquisitorial. Los testigos son escuchados y llevados cara a cara; las instancias negativas se enfrentan a las afirmativas, al igual que los testigos de la defensa se enfrentan a los de la acusación. Una vez reunidas y evaluadas todas las pruebas disponibles, se trata de obtener la confesión que decida finalmente la cuestión. Pero esa confesión no se puede obtener sin recurrir a medidas coercitivas. [Como dice Bacon,] Porque al igual que la disposición de un hombre nunca se conoce bien ni se demuestra hasta que se le cruza... así la naturaleza se exhibe más claramente bajo las pruebas y vejaciones del arte que cuando se la deja sola.37 

Y en 1975, escribiendo en The Great Instauration: Science, Medicine, and Reform, 1626-1660, el historiador Charles Webster coincidía: Mediante el interrogatorio aplicado con extrema determinación y astucia, la naturaleza sería torturada para que revelara sus secretos; entonces se sometería a una subyugación voluntaria.38 

¿El método de Bacon para interrogar a la naturaleza era ponerla en el potro de tortura? Estos filósofos ciertamente lo interpretaron así. Para ellos, el potro de tortura ejemplificaba la limitación de la naturaleza en un sistema cerrado y controlado, respondiendo a las preguntas planteadas por un inquisidor ante testigos, el núcleo mismo de la experimentación. A través de la metáfora y las imágenes, Bacon se esforzó por definir la experimentación como una nueva forma de aprender las verdades de la naturaleza. 

Una controversia relacionada surge sobre el uso que hace Bacon de los términos acosar [hound], vejar [vex] y vejación [vexation] de la naturaleza. Una vez más, Soble se opone a las lecturas duras del uso de Bacon. Aunque el uso que hace Bacon de vex es ocasionalmente fuerte, escribe, “‘vex no tiene siempre ni suele tener una connotación perniciosa, sino que se entiende, inocuamente, en la línea de su hound [acosar] y mi pester [molestar]. En el pasaje de De Dignitate et Augmentis Scientiarum (Tabla 1, col. 2), Bacon escribe: Porque no tienes más que seguir y como acosar a la naturaleza en sus andanzas, y podrás cuando quieras conducirla y llevarla después al mismo lugar otra vez. El Oxford English Dictionary da la siguiente definición de la palabra hound: perseguir, buscar o rastrear como un sabueso, o, como si fuera un sabueso; esp. perseguir acosando, conducir como en la persecución; cita la frase del Advancement of Learning de Bacon de 1605 que he citado antes (Tabla 1, col. 1) como primer ejemplo. Otras definiciones de hound son igualmente violentas: “incitar (a un sabueso, etc.) a una presa; incitar o instar a atacar o perseguir algo e incitar o poner (a una persona) en o sobre otra; incitar o instar. Estos significados recuerdan a la caza del zorro inglesa (prohibida por el Parlamento británico en 2005 por su excesiva crueldad con los zorros perseguidos y torturados). La naturaleza para Bacon, como dice el propio Soble, debe ser superada por el zorro. Pero, en contra del deseo de Soble de leer inocuamente la retórica de Bacon, el mero hecho de molestar a la naturaleza no produciría los resultados que Bacon deseaba de su nuevo método: extraer los secretos de la naturaleza.39 

Bacon también utilizó el término vex [vejar] para referirse a la interrogación de la naturaleza bajo coacción: Las vejaciones del arte son ciertamente como los lazos y las esposas de Proteo, que delatan las últimas luchas y esfuerzos de la materia. El arte en este contexto significaba techne o las tecnologías utilizadas para vejar a la naturaleza. El término vex [vejar], que significa sacudir, agitar, perturbar, también tenía connotaciones de violencia, como acosar agresivamente, angustiar físicamente, retorcer, presionar y someter a violencia.40 Todos estos significados transmiten fuerza en formas que van desde la irritación hasta infligir dolor físico mediante la violencia intencionada. Todos ellos describen con precisión gran parte de los primeros experimentos realizados con animales y seres humanos, como analizo en la Parte III. 

Vejar y torturar estaban estrechamente asociados en el entorno cultural de Bacon. El historiador francés Pierre Hadot, en Le voile d’Isis: Essai sur l’histoire de l’ide’e de Nature, cita una reciente traducción francesa del Novum Organum que traduce la frase inglesa the vexations of art en francés como la torture des arts [mecániques], es decir, la tortura de las artes [mecánicas]. Una posible traducción al francés de la palabra inglesa vex es, de hecho, tormenter.41 

Soble sugiere que la asociación de Bacon de las vejaciones del arte con Proteo no pertenecen a la naturaleza como mujer porque Proteo era un chico. Sin embargo, el propio Bacon compara a Proteo con la naturaleza en género femenino, como era habitual en la época (a pesar de las traducciones): Porque, al igual que la disposición de un hombre nunca se conoce bien ni se demuestra hasta que se le atraviesa, ni Proteo cambió nunca de forma hasta que se le estrechó [straitened] y se le sujetó, así la naturaleza se exhibe más claramente bajo las pruebas y vejaciones del arte que cuando se la deja sola. El verbo straiten en el siglo XVII significaba apretar un nudo, una cuerda o unas ataduras, un acto que sujetara un cuerpo como en los rodillos y palancas del potro. Como afirma John C. Briggs, en su discusión sobre el uso que hace Bacon del mito de Proteo Aún así, la lección que Bacon extrae del mito gira en torno al poder del sabio de encadenar a Proteo al potro de tortura para forzar la materia hasta las extremidades, como con el propósito de reducirla a la nada’”.42 

Para Bacon, el mito de Proteo era una representación de la interrogación de la naturaleza bajo coacción. Proteo era un dios griego del mar (el profético viejo del mar), hijo de Neptuno y pastor de las focas de Poseidón. Tenía el don de la profecía y de cambiar de forma a voluntad. No quería compartir sus conocimientos sobre el futuro y cambiaba de forma para no hacerlo si no se le retenía. Sólo revelaría el futuro a alguien que pudiera capturarlo y constreñirlo. Capturar y constreñir era el mismo método utilizado para extraer confesiones y secretos de las brujas. El uso que hace Bacon de los términos straiten, held fast y vexed indica violencia hacia la naturaleza; y, yo seguiría argumentando, el hecho de que la naturaleza sea del género femenino (tanto entonces como ahora) legitima el tratamiento de la naturaleza de forma éticamente cuestionable (a pesar de que Proteo es un chico).43 

III 

Las palabras y la obra de Bacon influyeron en el crecimiento de las sociedades científicas y de la experimentación en los primeros tiempos de la modernidad (aunque él mismo no previera su desarrollo). Aunque condenados por personas como John Locke, Samuel Butler, John Wesley y Leibniz, los experimentos realizados con animales durante los siglos XVII y XVIII y que continúan incluso hasta el presente pueden calificarse de tortura. Dicha experimentación estaba legitimada por la filosofía mecánica de la naturaleza que consideraba a los animales como autómatas. Tanto René Descartes como Thomas Hobbes concebían los cuerpos de los humanos y de otros animales como máquinas. Descartes negaba el pensamiento a los animales, aunque admitía que tenían vida y sensaciones. En su Meditations on the First Philosophy (1641) escribió: Si se considera el cuerpo del hombre como una especie de máquina, tan formada y compuesta de huesos, nervios, músculos, venas, sangre y piel, que aunque no hubiera en él mente, seguiría exhibiendo los mismos movimientos que actualmente manifiesta involuntariamente. En su introducción a Leviathan, diez años más tarde (1651), Hobbes afirmaba: Porque ¿qué es el corazón, sino un resorte; y los nervios, sino otras tantas cuerdas; y las articulaciones, sino otras tantas ruedas, que dan movimiento a todo el cuerpo, tal como lo quiso el artífice?. Si los animales o incluso los cuerpos humanos se consideraban máquinas, se podía experimentar impunemente.44 

En Inglaterra, el platonista de Cambridge Tomás Moro se opuso a la idea de Descartes de los autómatas animales, escribiendo en 1648: Reconozco en ti no sólo una agudeza sutil, sino también, por así decirlo, la hoja afilada y cruel que de un solo golpe, por así decirlo, se atrevió a despojar de la vida y el sentido prácticamente a toda la raza de los animales, metamorfoseándolos en estatuas de mármol y máquinas. En su respuesta, Descartes siguió negando el alma a los animales, escribiendo 

Hablo de la cogitación, no de la vida ni del sentido; porque a ningún animal le niego la vida, en la medida en que la atribuyo únicamente al calor del corazón; no niego el sentido en la medida en que depende del organismo corporal. Y así, mi opinión no es tan cruel con las bestias salvajes como favorable a los hombres, a los que absuelve... de toda sospecha de delito, por más que coman o maten animales. 

Aunque en Inglaterra se expresaron objeciones al concepto de la máquina bestia, la idea dio crédito a la noción de experimentación con animales.45 

En su History of the Royal Society (1667), Thomas Sprat informó sobre los experimentos realizados con animales bajo coacción, experimentos que podrían considerarse tortura. Experimentos de mantener a las criaturas vivas durante muchas horas, soplando en los pulmones con fuelles, después de que todo el tórax y el abdomen fueran abiertos y cortados, y todos los intestinos, excepto el corazón y los pulmones, extraídos: de revivir a los pollos, después de haber sido estrangulados, soplando en sus pulmones: para probar cuánto tiempo puede vivir un hombre, expirando, e inspirando de nuevo el mismo aire. Sprat describe los efectos fatales de mantener a los animales en aire enrarecido y de las investigaciones sobre la cantidad de aire necesaria para que un animal que respira sobreviva. Se hicieron experimentos con animales vivos mantenidos en un frasco de campana con velas para ver cuál expiraría primero. Víboras, ranas, peces e insectos fueron sometidos tanto a la extracción de aire como al aumento de la presión atmosférica.46 

La experimentación pasó de los animales a los seres humanos. En 1656, Christopher Wren inyectó una infusión líquida en las venas de un perro, con otros miembros de la Royal Society, como Robert Boyle y John Wilkins, como testigos. Los animales eran purgados, vomitados, intoxicados, muertos o revividos, según la calidad del licor inyectado. A un perro se le inyectó opio y luego se le azotó y golpeó para mantenerlo vivo. Se probaron otros perros y drogas. Los experimentos pronto condujeron a las transfusiones de sangre, primero en animales y luego en humanos. Wren utilizó una pluma para inyectar la sangre de un animal en otro, y Richard Lower describió sus transfusiones de animal a animal en 1665 y 1666. En 1667 se inyectó la sangre de una oveja en las venas de un perro spaniel. En Francia, Jean Baptiste Denis transfirió sangre entre dos perros y experimentó con la introducción de sangre de ternera en perros. Luego inyectó sangre de cordero a una mujer joven y, más tarde, sangre de una arteria de oveja a un lunático humano, que al principio mejoró pero murió tras una transfusión posterior. Tras la acusación de envenenamiento presentada por la esposa del hombre, se prohibieron las transfusiones humanas.47 

El historiador de la ciencia Thomas Kuhn señaló que el método de Bacon de interrogar a la naturaleza mediante la restricción influyó en los experimentadores del siglo XVII: 

La actitud hacia el papel y el estatus del experimento es sólo la primera de las novedades que distinguen al nuevo movimiento experimental del antiguo. Una segunda es el mayor énfasis dado a los experimentos que el propio Bacon describió como retorcer la cola del león. Se trata de los experimentos que constriñen a la naturaleza, exhibiéndola en condiciones que nunca hubiera podido alcanzar sin la intervención enérgica del hombre. Los hombres que colocaron granos, peces, ratones y diversos productos químicos en serie en el vacío artificial de un barómetro o de una bomba de aire muestran precisamente este aspecto de la nueva tradición.48 

Las objeciones a la tortura de animales aparecieron durante la Ilustración. William Hogarth pintó The Four Stages of Cruelty en 1751. La serie representaba la vida y la muerte del criminal Tom Nero en Londres. El primer escenario, el patio de la escuela de caridad de St. Giles, muestra actos de crueldad contra los animales. Nero, de joven, tortura a un perro con una flecha, mientras que otros chicos constriñen, atan, cortan, cornean, ahorcan y disparan a perros, gatos y gallinas. En la segunda etapa, la crueldad con los animales se extiende a las calles y a la gran ciudad de Londres. Nero, ahora un joven, golpea a un caballo, mientras que ovejas, caballos, burros, ganado y seres humanos son atados, golpeados, arrollados y corneados. En la tercera etapa, Nero ha asesinado a la mujer que lleva a su hijo. Por último, el propio Nero es disecado públicamente en una sala de cirujanos. La serie pretendía concienciar contra los métodos inhumanos de tratamiento, y finalmente condujo a la prohibición de la vivisección y a la formación de la Sociedad contra la Crueldad con los Animales.49 

También se plantearon objeciones a los experimentos con animales en el frasco de campana. A partir de 1748, James Ferguson construyó instrumentos científicos y los demostró en conferencias por toda Inglaterra, escribiéndolos en su Lectures on Select Subjects de 1761. Aunque sus conferencias incluían Experimentos con la Bomba de Aire, advertía que 

si se pone un ave, un gato, una rata, un ratón o un pájaro bajo el receptor, y se agota el aire, el animal se oprime al principio como con un gran peso, luego se convulsiona, y al final expira con todas las agonías de la muerte más amarga y cruel. Pero como este experimento es demasiado chocante para todo espectador que tenga un mínimo grado de humanidad, sustituimos el animal por una máquina llamada vaso pulmonar, que mediante una vejiga en su interior, muestra cómo los pulmones de los animales se contraen en un pequeño compás cuando se les quita el aire.50

Tal vez inspirado por las conferencias de Ferguson, pero sin hacer caso a sus advertencias, Joseph Wright de Derby pintó en 1768 An Experiment on a Bird in the Air Pump.51 En el cuadro de Wright, una cacatúa mascota ha sido sacada de una jaula (mostrada en la esquina superior derecha) y colocada en un frasco de campana del que se evacua el aire. La mano del experimentador está colocada cerca de la llave de paso, y tiene el poder de detener la evacuación y devolver el aire al frasco para revivir al pájaro. Un anciano mira fijamente un cráneo humano, contemplando la muerte. Una joven se tapa los ojos para no ver el horror inminente, mientras que una segunda chica mira ansiosamente hacia arriba y una mujer, incapaz de mirar, contempla la cara de otro hombre que ve el experimento directamente. Como ha señalado Yaakov Garb, los hombres y las mujeres tienen respuestas diferentes. Las mujeres son estereotípicamente emocionales, miran con horror el frasco de campana, ocultan sus ojos o miran a los hombres, experimentando así los resultados de forma vicaria. Los hombres, en cambio, controlan el resultado mediante la llave de paso, miran directamente el experimento con abierta curiosidad o contemplan el significado filosófico más amplio de la muerte. Los hombres son testigos de una verdad científica, las mujeres experimentan un pájaro moribundo. El pintor ha impuesto al público las normas sociales sobre las respuestas científicas masculinas y femeninas a la naturaleza. El experimento refleja los objetivos del método de Francis Bacon. Se formula una pregunta a la naturaleza, se diseña un experimento controlado y se presencian y evalúan los resultados en función de su contenido de verdad. Si un experimento concreto refleja la tortura de la naturaleza (o el mero molestar a la naturaleza) debe ser decidido por el individuo.52 

Como ya hice en Death of Nature en 1980, hoy seguiría sosteniendo que los esfuerzos de Bacon por definir el método experimental estaban respaldados por su retórica y que la esencia misma del método experimental surgió de las técnicas de tortura humana transferidas a la naturaleza. Tales técnicas son fundamentales para la dominación humana de la naturaleza. El concepto de experimento de Bacon, junto con una visión mecanicista de los animales como autómatas, legitimó los experimentos con animales vivos, experimentos que podían ser, y más tarde fueron, considerados tortura. 

Mediante el uso de la metáfora, la retórica y el mito, Francis Bacon desarrolló la idea del experimento restringido y controlado. Obviamente, no se puede responsabilizar a Bacon individualmente de las implicaciones o aplicaciones positivas o negativas de sus ideas. Se basó en las tendencias existentes en su cultura, y sus ideas fueron aumentadas por aquellos que siguieron su dirección. Si Bacon hubiera vivido hoy, habría apoyado o no la ingeniería genética, la agricultura industrial y la biotecnología en lugar de rellenar un pollo con nieve para ver si se podía detener la putrefacción como métodos para interrogar a la naturaleza. Sin embargo, el desarrollo del propio método científico estuvo muy influenciado por la retórica de Bacon y su visión de la interrogación y el control de la naturaleza. 

NOTAS: 

1 Carolyn Merchant, The Death of Nature: Women, Ecology, and the Scientific Revolution (1980; San Francisco: HarperCollins, 1990) (en adelante citado como Merchant, Death of Nature). Para una lista de reseñas y comentarios sobre el libro desde 1980 hasta 1998, véase Merchant, The Death of Nature: A Retrospective, en Symposium on Carolyn Merchants The Death of Nature: Citation Classics and Foundational Works, Organization and Environment, 1998, 11:180-206 (la retrospectiva está en las páginas 198-206); este simposio contó con comentarios de Linda C. Forbes, John M. Jermier, Robyn Eckersley, Karen J. Warren, Max Oelschlaeger y Sverker Sörlin. Véase también Kevin C. Armitage, A Dialectic of Domination: Carolyn Merchants The Death of Nature: Women, Ecology, and the Scientific Revolution”, 2000, online, reseñado para H-Ideas Retrospective Reviews de libros publicados durante el siglo XX que se han considerado entre las contribuciones más importantes al campo de la historia intelectual. Véase también Noël Sturgeon, Donald Worster y Vera Norwood, Retrospective Reviews on the Twenty-fifth Anniversary of The Death of Nature”, Environmental History, 2005, 10:805-815. 

2 El artículo fundacional de Sherry Ortner, Is Female to Male as Nature Is to Culture?, en Woman, Culture, and Society, ed. Michelle Rosaldo y Louise Lamphere (Stanford, Calif.: Stanford Univ. Press, 1974), pp. 67-87, influyó en mi pensamiento sobre las relaciones de las mujeres con la naturaleza y la cultura. También me influyó Rosemary Radford Ruether, Womens Liberation, Ecology, and Social Revolution, WIN, 4 de octubre de 1973, 9:4-7; y Ruether, New Woman/New Earth: Sexist Ideologies and Human Liberation (Nueva York: Seabury, 1975). Susan Griffin me consultó algunas de sus ideas mientras escribía Woman and Nature: The Roaring Inside Her (Nueva York: Harper Collins, 1978). Aunque Francoise dEaubonne había utilizado el término ecofeminismo en 1974 en The Time for Ecofeminism, pocos estudiosos en Estados Unidos habían oído la palabra en ese momento: Francoise dEaubonne, Le féminisme ou la mort [N. del T.: El Feminismo o la muerte] (París: Horay, 1974), pp. 215-252. Ynestra King impartió un curso sobre Ecofeminismo en el Instituto de Ecología Social de Plainfield, Vermont, hacia 1976. 

3 Ortner, Is Female to Male as Nature Is to Culture? Para una historia de las teorías asociadas al ecofeminismo, véase Carolyn Merchant, Radical Ecology: The Search for a Livable World (1992; Nueva York: Routledge, 2005), capítulo 8. El trabajo reciente de la propia Thompson muestra por qué cuestiones de reproducción tan importantes para los orígenes de la ciencia moderna temprana siguen siendo de vital importancia hoy en día. Véase Charis Thompson, Making Parents: The Ontological Choreography of Reproductive Technologies (Cambridge, Mass.: MIT Press, 2005). 

4 Harvey sostenía que el semen del varón, como animal más perfecto, era la causa eficiente de la concepción, mientras que el óvulo era mera materia. De hecho, sostenía que el semen del macho era tan poderoso que la fecundación del óvulo podía producirse sin contacto con el esperma. ¿Cómo podría un fluido como el de la hembra superar a otro que se ha producido bajo la influencia de un calor tan estimulante, de unos vasos tan elaborados y dotados de tanta energía vital? ¿Cómo puede un fluido como el semen masculino desempeñar el papel de mera materia?” William Harvey, Works (Londres: Sydenham Society, 1847), pp. 298, 299, citado en Merchant, Death of Nature, p. 159. Para una evaluación reciente de los estudios sobre la partería, véase Monica H. Green, Bodies, Gender, Health, Disease: Recent Work on Medieval Womens Medicine, Studies in Medieval and Renaissance History, 3rd Ser., 2005, 2:1-46 (agradezco a Katharine Park esta referencia). 

5 Merchant, Death of Nature, p. 169. Véase también p. 172: Para Bacon como para Harvey, la política sexual ayudó a estructurar la naturaleza del método empírico como poder sobre la naturaleza. 

6 Sobre el feminismo socialista, véase Merchant, Radical Ecology (cit. n. 3), cap. 8; sobre la asociación con la naturaleza, véase Carolyn Merchant, Reinventing Eden: The Fate of Nature in Western Culture (Nueva York: Routledge, 2003), capítulo 11. 

7 Entre estas obras teóricas se encuentran Feminism and the Mastery of Nature (N. del T.: Feminismo y el Dominio de la Naturaleza), de Val Plumwood (Nueva York: Routledge, 1993), que proponía una forma de ecofeminismo social que abordaba los problemas de la dominación y la diferencia planteando el yo relacional, y Ecofeminist Natures: Race, Gender, Feminist Theory, and Political Action [N. del T.: Naturalezas Ecofeministas: Raza, Género, Teoría Feminista y Acción Política], de Noël Sturgeon (Nueva York: Routledge, 1997), que trataba explícitamente el argumento del rechazo del ecofeminismo por parte de la academia al tiempo que validaba el activismo de las mujeres sobre el terreno. Asimismo, Feminism and Ecology de Mary Mellor (Nueva York: New York Univ. Press, 1997) y Ecofeminism as Politics de Ariel Kay Salleh (Londres: Zed, 1997) proponían enfoques feministas socialistas del ecofeminismo como posiciones políticas. Feminism and Ecological Communities (Nueva York: Routledge, 1998), de Chris Cuomo, aborda cuestiones de raza y ecofeminismo, mientras que Ecofeminist Philosophy (Lanham, Md.: Rowman & Littlefield, 2000), de Karen Warren, propone una ética del cuidado multicultural y relacional. 

8 Véase especialmente Gregg Mitman, The State of Nature: Ecology, Community, and American Social Thought, 1900-1950 (Chicago: Univ. Chicago Press, 1992). 

9 He elaborado estas conexiones en la reunión de Historia de la Tecnología (una reunión de los 4S) en Toronto en 1980 y en un artículo de 1982: Carolyn Merchant, Hydraulic Technologies and the Agricultural Transformation of the English Fens, Environmental Review, 1982, 7:165-177. 

10 Merchant, Death of Nature, p. 68: A medida que las ciudades europeas crecían y las zonas boscosas se alejaban, a medida que se drenaban los pantanos y se imponían patrones geométricos de canales en el paisaje, a medida que las grandes y potentes norias, los hornos, las fraguas, las grúas y las cintas transportadoras empezaban a dominar cada vez más el entorno de trabajo, cada vez más gente empezó a experimentar la naturaleza como alterada y manipulada por la tecnología de las máquinas. Se estaba produciendo una alienación lenta pero unidireccional de la relación orgánica cotidiana inmediata que había constituido la base de la experiencia humana desde los primeros tiempos. Acompañando a estos cambios se produjeron alteraciones tanto en las teorías como en las bases experienciales de la organización social que había formado parte integral del cosmos orgánico

11 Carolyn Merchant, Ecological Revolutions: Nature, Gender, and Science in New England (Chapel Hill: Univ. North Carolina Press, 1989). 

12 Merchant, “Death of Nature: A Retrospective (cit. n. 1), pp. 198-206. 

13 Merchant, Death of Nature, pp. 131-132, 288; Merchant, Ecological Revolutions (cit. n. 11), pp. 55-56; Merchant, Reinventing Eden (cit. n. 6), pp. 117-123; Katharine Park, Nature in Person: Medieval and Renaissance Allegories and Emblems, en The Moral Authority of Nature, ed. Lorraine Daston y Fernando Vidal (Chicago: Univ. Chicago Press, 1994), pp. 50-73; Daston y Park, Wonders and the Order of Nature, 1150-1750 (Cambridge, Mass.: MIT Press, 1998); Mario Biagioli, Galileo, Courtier: The Practice of Science in the Culture of Absolutism (Chicago: Univ. Chicago Press, 1993); y Steven Shapin y Simon Schaffer, Leviathan and the Air-Pump: Hobbes, Boyle, and the Experimental Life (Princeton, N.J.: Princeton Univ. Press, 1985). 

14 Merchant, Reinventing Eden, pp. 1-8. 

15 Merchant, Death of Nature, pp. 168, 172. 

16 Alan Soble, In Defense of Bacon, Philosophy of the Social Sciences, 1995, 25:192-215, rpt. con adiciones y correcciones en A House Built on Sand: Exposing Postmodernist Myths about Science, ed. Noretta Koertge (Nueva York: Oxford Univ. Press, 1998), pp. 195-215, esp. pp. 203-206 (las referencias posteriores al ensayo serán a esta versión posterior); William R. Newman, Alchemy, Domination, and Gender, ibíd., pp. 216-239; Nieves H. De Madariaga Mathews, Francis Bacon: The History of a Character Assassination (New Haven, Conn.: Yale Univ. Press, 1996), Chs. 24, 33; Mathews, Francis Bacon, Slave-Driver or Servant of Nature? Is Bacon to Blame for the Evils of Our Polluted Age? http://itis.volta.alessandria.it/episteme/madar1.html [N. del T.: se proporciona este nuevo enlace: https://sirbacon.org/mathewsessay.htm]; Peter Pesic, Nature on the Rack: Leibnizs Attitude towards Judicial Torture and the Torture of Nature, Studia Leibnitiana, 1997, 39:189-197; Pesic, Wrestling with Proteus: Francis Bacon and the Torture of Nature, Isis, 1999, 90:81-94; Iddo Landau, Feminist Criticisms of Metaphors in Bacons Philosophy of Science, Philosophy, 1998, 73:47-61; y Perez Zagorin, Francis Bacon (Princeton, N.J.: Princeton Univ. Press, 1998), pp. 121-122. 

17 Merchant, Death of Nature, pp. 168-169, 172. 

18 Francis Bacon, De Dignitate et Augmentis Scientiarum (1623), en Works, ed. James Spedding, Robert Leslie Ellis y Douglas Devon Heath, 14 vols. (Londres: Longmans Green, 1857-1874, 1875-1881) (en adelante citadas como Works, entre paréntesis, con los números de volumen y página), Vol. 1, pp. 496, 498. La nota está insertada por los editores al final del pasaje citado; se refieren a Rey Jaime I, Daemonologie (1597) (Nueva York: Dutton, 1924). 

19 Soble, In Defense of Bacon (cit. n. 16), p. 203; y James I, Daemonologie, pp. 11, 33 (cita), 77- 81. Soble argumenta que la inserción de las palabras que omití en el pasaje sobre hechicerías, brujerías, amuletos, etc., de De Dignitate et Augmentis Scientiarum cambia el significado del pasaje citado en la Tabla 1, col. 2, es decir, las palabras [entre corchetes] Porque aún no se sabe en qué casos, y hasta qué punto, los efectos atribuidos a la superstición participan de causas naturales, y por lo tanto y (si son diligentemente desentrañados). La inserción de estas palabras refuerza la idea de que las brujas, los hechiceros, los alquimistas y los magos naturales podrían tener un conocimiento válido de la naturaleza, pero no cambia los objetivos de Bacon, como se indica en el pasaje, de encontrar este conocimiento acosando a la naturaleza en sus andanzas y de seguir revelando los secretos de la naturaleza. 

20 L. A. Parry, The History of Torture in England (1934; Montclair, N.J.: Patterson Smith, 1975), pp. 1-3, 7; y James I, Daemonologie, pp. 11, 33 (cita), 77-81. Según James Hay otras dos buenas ayudas que se pueden utilizar para su prueba: una es el hallazgo de su marca, y la prueba de sus insensibilidades. La otra es su huida en el agua: pues, como en un asesinato secreto, si el cadáver muerto es manipulado por el asesino, brotará sangre, como si la sangre clamara al cielo por la venganza del asesino, ya que Dios ha designado esa señal secreta sobrenatural, para juzgar ese crimen secreto sobrenatural, así que parece que Dios ha designado (como una señal sobrenatural de la monstruosa impiedad de las brujas) que el agua se negará a recibirlas en su seno, que han sacudido el Agua Sagrada del bautismo y han rechazado voluntariamente su beneficio; no tanto como sus ojos son capaces de derramar lágrimas (amenázalas y tortúralas como queráis) mientras se arrepienten primero (Dios no les permite disimular su obstinación en un crimen tan horrible) aunque las mujeres, especialmente, son capaces de derramar lágrimas en cualquier ocasión en que quieran, sí, aunque sea disimuladamente como el cocodrilo (p. 81). 

21 Anónimo, Newes from Scotland, Declaring the Damnable Life and Death of Doctor Fian, a Notable Sorcerer Who Was Burned at Edenbrough in January Last (Londres: John Lane, 1591), encuadernado con King James the First, Daemonologie (Nueva York: Dutton, 1924), pp. 12-13. El original inglés [N. del T.: traducido al español] dice: Últimamente se ha descubierto que el Diablo generalmente las marca con una marca privada, por la razón de que las brujas han confesado que el Diablo las lame con su dedo en alguna parte privada de su cuerpo, antes de que las reciba para ser sus sirvientes, la cual marca comúnmente se les da por debajo del pelo en alguna parte de su cuerpo, por lo que no puede ser fácilmente descubierta o vista, aunque sean registradas: y generalmente, mientras la marca no sea vista por los que la buscan, las partes que la tienen no confiesan nada. Por lo tanto, esta Agnis Sampson, por recomendación especial, hizo que le afeitaran todo su pelo, en cada parte de su cuerpo, y que le estiraran la cabeza con una cuerda, de acuerdo con las costumbres de ese país, por ser una pena muy grave, que continuó durante casi un año, durante el cual no quiso confesar nada hasta que la marca del Diablo fue encontrada en sus partes privadas, entonces inmediatamente confesó lo que se le exigió y acusó a las personas mencionadas de ser brujas notorias. 

22 Newes from Scotland, p. 18. Original inglés [N. del T.: traducido al español]: Las mujeres también confesaron que cuando el Diablo las recibía como sus sirvientes, y que ellas se habían comprometido con él, entonces él las veía carnalmente, aunque para su escaso placer, con respecto a su fría naturaleza

23 Parry, History of Torture in England (cit. n. 20), p. 180; y Newes from Scotland, pp. 27, 28, citado por Parry. 

24 An Acte Against Conjuration Witchcrafte and Dealing with Evill and Wicked Spirits, 1604-1 Jas. I, c. 12; y Parry, History of Torture in England, p. 180. El último juicio de brujas en Inglaterra tuvo lugar en 1712. 

25 Parry, History of Torture in England, pp. 76-87, 162-177, 182; George Ryley Scott, The History of Torture throughout the Ages, 2ª ed. (Londres: Kegan Paul, 2003), pp. 168-255; y Merchant, Death of Nature, pp. 168-172. 

26 Pesic, Wrestling with Proteus (cit. n. 16), p. 81. Sin embargo, el objetivo de Pesic en este artículo es argumentar que Bacon no defendía la tortura ni la utilizaba como modelo del método experimental. 

27 Paolo Rossi, Francis Bacon: From Magic to Science (Chicago: Univ. Chicago Press, 1968), pp. 32-33, en la p. 32. 

28 Parry, History of Torture in England (cit. n. 20), pp. 180-181 (sobre el uso del potro de tortura, véanse las pp. 41, 54, 76); Scott, History of Torture throughout the Ages (cit. n. 25), pp. 168-180; y Bacon, De Dignitate et Augmentis Scientiarum (Works, Vol. 4, p. 298). 

29 Bacon, citado en Parry, History of Torture in England, p. 40. 

30 R. H. Robbins, Encyclopedia of Witchcraft and Demonology (Nueva York: Crown, 1959), pp. 277-279; Christina Hole, Witchcraft in England (Nueva York: Scribners, 1947), p. 140; C. LEstrange Ewen, Witchcraft in the Star Chamber (Impresión privada, 1938), pp. 13-14, 26-29, 33-34, 56; Ewen, Witch Hunting and Witch Trials: The Indictments for Witchcraft from the Records of 1373 Assizes Held for the Home Circuit A.D. 1559-1736 (Londres: Kegan Paul, Trench, Trubner, 1929), gráfico en la p. 106 (el Home Circuit abarcaba los condados de Essex, Hertfordshire, Kent, Surry y Sussex); y Rachel A. C. Hasted, The Pendle Witch-Trial, 1612 (Lancashire: Lancashire County Books, 1993), p. 2. 

31 Francis Bacon, The Advancement of Learning (1605) (Works, Vol. 3, p. 331); y Bacon, De Dignitate et Augmentis Scientiarum (Works, Vol. 4, p. 296). 

32 Las citas han sido recopiladas por Peter Pesic en Wrestling with Proteus (cit. n. 16), p. 82; y Pesic, Nature on the Rack (cit. n. 16), pp. 195 n 29, 197 nn 34, 35. Los he ampliado y desarrollado en las notas que siguen. 

33 Gottfried Wilhelm Leibniz, Philosophical Papers and Letters, ed. Leroy E. Loemker. Leroy E. Loemker (Chicago: Univ. Chicago Press, 1956), Vol. 2, p. 758; y Jean Baptiste du Hamel, Regiae scientiarum academiae historia, 2ª ed. (París: Delespine, 1701), p. 16: sic natura arcana longe facilius deprehendimus, cum per ignem aut alia artis adminicula varie torquetur, quam ubi itinere quodam suo progreditur. Du Hamel es citado y traducido en S. Beasley Linnard Penrose, Jr., The Reputation and Influence of Francis Bacon (Ph.D. diss., Columbia Univ., 1934), pp. 97-98. Interesantemente, Penrose añade (pero sin citarlo) Bacon decía que había que torturar a la naturaleza en el potro de tortura para que entregara sus secretos. La similitud de la expresión es sorprendente

34 Para el latín torquere véase Sir William Smith, A Smaller Latin-English Dictionary, rev. J. R. Lockwood (Nueva York: Barnes & Noble, 1960), p. 759; para torqueo véase Cassell’s New Latin Dictionary, rev. D. P. Simpson (Nueva York: Funk & Wagnalls, 1959), pp. 607-608. Para la definición de rack véase Oxford English Dictionary, ed. compacta, 2 vols. (Oxford: Oxford Univ. Press, 1971), Vol. 2, p. 2401. 

35 J. W. v. Goethe, Maximen und Reflexionen: Nach den Handschriften des Goethe- und Schiller-Archivs herausgegeben von Max Hecker (Weimar: Goethe-Gesellschaft, 1907), máxima 115, p. 21: Die Natur verstummt auf der Folter; ihre treue Antwort auf redliche Frage ist: Ja! ja! No, no. Alles U¨ brige ist vom U¨ bel. Goethe, Sa¨mtliche Werke: Jubila¨ums-Ausgabe, ed. Eduard von der Hellen, 40 vols. (Stuttgart/Berlin: Cotta, 1902-1912), Vol. 39, máxima 430, p. 64: Die Pha¨nomene mu¨ssen ein fu¨r allemal aus der du¨stern empirisch-mechanischdogmatischen Marterkammer vor die Jurn des gemeinen Menschen-verstandes gebracht werden. Para el inglés véase Goethe, Maxims and Reflections, trans. Elisabeth Stopp, ed. Peter Hutchinson (Londres: Penguin, 1998), máxima 115, p. 14: La naturaleza enmudece cuando se la somete a tortura; la verdadera respuesta a una pregunta honesta es ¡sí! ¡no! ¡no! Todo lo demás es ocioso y básicamente malo; y la máxima 430, p. 55: Los fenómenos deben ser sacados de una vez por todas de su sombría cámara de tortura empírico-mecánica-dogmática y sometidos al jurado del sentido común llano. Véase también Erich Heller, The Disinherited Mind: Essays in Modern German Literature and Thought (Cambridge: Bowes & Bowes, 1952), p. 18: Goethe considera como su propia misión científica liberar los fenómenos de una vez por todas de la oscuridad de la cámara de tortura empírico-mecánica-dogmática’“; esto está tomado de Goethe, Sämtliche Werke: Jubiläums-Ausgabe, ed. von der Hellen, Vol. 34, p. 64. 

36 Thomas Fowler, Bacon’s Novum Organum (Oxford: Clarendon, 1878), p. 124; en la segunda edición (1889) véase p. 127, como se señala en Martha [Ornstein] Bronfenbrenner, The Role of Scientific Societies in the Seventeenth Century (Nueva York: Arno, 1975), p. 40. En su película de 1990 Mindwalk (dirigida por Bernt Amadeus Capra), Fritjof Capra utilizó la cámara de tortura para ilustrar la tortura de la naturaleza bajo la ciencia mecanicista. 

37 Ernst Cassirer, The Platonic Renaissance in England, trans. James P. Pettegrove (Austin: Univ. Texas Press, 1953), pp. 47-48; está citando a Bacon, De Dignitate et Augmentis Scientiarum (Obras, Vol. 4, p. 298). Para el uso de Cassirer de la frase la naturaleza debe ser puesta en el potro’“, véase también Pesic, Wrestling with Proteus (cit. n. 16), p. 82 n 4. 

38 Charles Webster, The Great Instauration: Science, Medicine, and Reform, 1626-1660 (Londres: Duckworth, 1975), p. 338. Véase también Pesic, Wrestling with Proteus, p. 82 n 4. 

39 Soble, In Defense of Bacon (cit. n. 16), p. 205; Bacon, De Dignitate et Augmentis Scientiarum (Works, Vol. 4, p. 296); y Oxford English Dictionary, ed. compacta (cit. n. 34), Vol. 1, p. 1338. 

40 Los significados de vex incluían (1) molestar, afectar o acosar (a una persona, etc.) mediante la agresión, la invasión u otra interferencia con la paz y la tranquilidad. (2) de enfermedades, etc.: afligir o angustiar físicamente, afligir con dolor o sufrimiento… (6) perturbar causando movimiento físico, conmoción o alteración; agitar, zarandear, trabajar, agobiar o desgarrar; b. molestar manipulando; torcer; c. presionar, esforzar o urgir. Del mismo modo, vejación era (1) el acto de molestar o acosar mediante agitación o interferencia; (2) la acción de molestar, perturbar o irritar por medios físicos; … (5) la acción de someter a la violencia o a la fuerza. Oxford English Dictionary, ed. compacta, Vol. 2, p. 3621. 

41 Francis Bacon, Paraseve ad Historiam Naturalem et Experimentalem o Preparativos para una historia natural y experimental (1620) (Obras, vol. 4, p. 257); y Pierre Hadot, Le voile d’Isis: Essai sur l’histoire de l’ide’e de Nature (París: Gallimard, 2004), p. 133: De même, en effet, que, dans la vie publique, le naturel d’un individu et la disposition cachée de son esprit et de ses passions se découvrent, lorsqu’il est plongé dans le trouble, mieux qu’à un autre moment, de même les secrets (occulta) de la nature se découvrent mieux sous la torture des arts [mécaniques] que dans son cours natural.[N. del T.: “Porque así como en la vida pública la naturalidad de un individuo y la disposición oculta de su mente y sus pasiones se descubren mejor cuando se ve sumido en problemas que en cualquier otro momento, así los secretos (ocultos) de la naturaleza se descubren mejor bajo la tortura de las artes [mecánicas] que en su curso natural.”] Hadot cita a Bacon, Novum Organum, ed. y trans. Michel Malherbe y Jean-Marie Pousseur (París: Presses Univ. France, 1986), p. 165. Para la traducción francesa de vex, véase E. Clifton y J. McLaughlin, A New Dictionary of the French and English Languages, new rev. ed. (Nueva York: McKay, 1904), p. 630. 

42 Soble, In Defense of Bacon (cit. n. 16), p. 205; y Bacon, De Dignitate et Augmentis Scientiarum (Works, Vol. 4, p. 298). En la edición inglesa de 1605 de The Advancement of Learning (Works, Vol. 3, p. 333) el pasaje dice: Porque como la disposición de un hombre nunca se conoce bien hasta que se le atraviesa, ni Proteo ha cambiado nunca de forma hasta que se le aprieta y se le sujeta; así los pasajes y variaciones de la naturaleza no pueden aparecer tan plenamente en la libertad de la naturaleza, como en las pruebas y vejaciones del arte. En la edición latina de 1623, De Dignitate et Augmentis Scientiarum (Obras, Vol. 1, p. 500) se lee Quemadmodum enim ingenium alicujus haud bene noris aut probaris, nisi eum irritaveris; neque Proteus se in varias rerum facies vertere solitus est, nisi manicis arcte comprehensus; similiter etiam natura arte irritata et vexata se clarius prodit, quam cum sibi libera permittitur. Oxford English Dictionary, ed. compacta (cit. n. 34), Vol. 2, p. 3080 (straiten); y John C. Briggs, Francis Bacon and the Rhetoric of Nature (Cambridge, Mass.: Harvard Univ. Press, 1989), p. 35. 

43 Briggs, Francis Bacon and the Rhetoric of Nature, pp. 32-38. Estas descripciones son especialmente relevantes para la biotecnología actual. El nombre Proteus proviene de la palabra griega protos (también la raíz de proteína), que significa mutable, cambiante, versátil y capaz de asumir muchas formas. La empresa de biotecnología Proteus se describe a sí misma como un Proteus moderno: Proteus descubre y desarrolla biomoléculas de primera importancia y las convierte en cualquier forma que satisfaga las necesidades del futuro próximo. Es el principal proveedor de aplicaciones inalámbricas y conectividad de portadores… Algunas de las marcas de programación más populares que se han extendido a la audiencia móvil a través de los servicios de Proteus son Los Soprano y Sexo en Nueva York de HBO y The View de ABC: His & Her Body Test de ABC: Proteus, http://proteus.com/hom.jsp [N. del T.: enlace inactivo sin posibilidad de actualización] 

44 Scott, History of Torture throughout the Ages (cit. n. 25), p. 138; René Descartes, Animals Are Machines, en Environmental Ethics: Divergence and Convergence, ed. S. J. Armstrong y R. G. Botzler (Nueva York: McGraw-Hill, 1993), pp. 281-285, esp. p. 285; Descartes, The Meditations, en Meditations and Selections from the Principles of Philosophy (La Salle, Ill.: Open Court, 1952), p. 98; y Thomas Hobbes, Leviathan, en English Works, ed. William Molesworth, 11 vols. William Molesworth, 11 vols., rpt. ed. (Aalen, Alemania: Scientia, 1966), Vol. 3, p. ix. 

45 Leonora D. Cohen, Descartes and Henry More on the Beast-Machine: A Translation of Their Correspondence Pertaining to Animal Automatism, Annals of Science, 1936, 1:48-61, en las páginas 50, 53. Las objeciones al concepto de los animales como máquinas fueron expresadas por Thomas Willis, John Locke, John Keill, John Ray, David Hartley y David Hume. Véase también Albert G. A. Balz, Cartesian Doctrine and the Animal Soul: An Incident in the Formation of the Modern Philosophical Tradition, en Studies in the History of Ideas, ed., Columbia Department of Philosophy. Columbia Department of Philosophy (Nueva York: Columbia Univ. Press, 1935), Vol. 3, pp. 117-177. 

46 Thomas Sprat, History of the Royal Society (1667), ed. Jackson I. Cope y Harold Whitmore Jones (St. Louis: Washington Univ. Press, 1958), pp. 218-219, en la p. 218. 

47 Dorothy Stimson, Scientists and Amateurs: A History of the Royal Society (Nueva York: Greenwood, 1968), pp. 84-86; Sprat, History of the Royal Society, p. 317; y Richard Lower, Tractatus de corde (1665). Véase también Lower [atribuido], The Method Observed in Transfusing the Blood out of One Animal into Another, Philosophical Transactions of the Royal Society of London, diciembre de 1666, y Lower, Extrait du Journal dAngleterre, contenant la manière de faire passer le sang dun animal dans un autre, Journal des Sçavans, 31 de enero de 1667, citado y comentado en Harcourt Brown, Science and the Human Comedy: Natural Philosophy in French Literature from Rabelais to Maupertuis (Toronto: Univ. Toronto Press, 1979), pp. 107-125. 

48 Thomas S. Kuhn, Mathematical vs. Experimental Traditions in the Development of Physical Science, Journal of Interdisciplinary History, 1976, 7:1-31, en la página 12. 

49 William Hogarth, The Four Stages of Cruelty (1751), 
http://www.graphicwitness.org/coe/cruel.htm
[N. del T.: enlace actualizado]

50 James Ferguson, Lectures on Select Subjects (1761), citado en http://www.mezzo-mondo.com/arts/mm/wright/wright.html
[N. del T.: enlace actualizado]

51 Joseph Wright de Derby, An Experiment on a Bird in the Air Pump (1768),
http://www.nationalgallery.org.uk/cgi-bin/WebObjects.dll/CollectionPublisher.woa/wa/largeImage?workNumber=NG725

52 Stephen Daniels, Joseph Wright (Princeton, N.J.: Princeton Univ. Press, 1999), p. 40; y Yaakov Garb, comunicación personal. 

***

Carolyn Merchant (Rochester, Nueva York, 12 de julio de 1936) es una ecofeminista, química, filósofa e historiadora de la ciencia estadounidense.

ARTÍCULO ORIGINAL EN INGLÉS.

BIBLIOGRAFÍA:

📑 Merchant, C. (2006). The scientific revolution and the Death of Nature. Isis, 97(3), 513533.
📙 Merchant, C. (2020). La muerte de la naturaleza: mujeres, ecología y revolución científica. Comares.
📙 Merchant, C. (1980). The Death of Nature: Women, Ecology, and the Scientific Revolution. San Francisco: HarperCollins, 1990.

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